Contrapoder - No cabía la menor de las dudas. El Tribunal Constitucional ha tumbado también el segundo estado de alarma. Otra vez por seis votos a cuatro en lo que ya es un patrón de conducta que muestra cómo están repartidos los cromos. Quizá con la significativa golfada añadida de que la togada que ha vuelto a inclinar la balanza era tenida por progresista y fue escogida a dedo por el PSOE, qué puntería. O qué gran olfato, el de su señoría, para escoger la mayoría correcta. Antes de la renovación recién pactada y mucho más tras su consumación, está claro que el altísimo tribunal no es uno de los tres poderes sino, a palo seco, el contrapoder de los otros dos (legislativo y ejecutivo) que, mal o bien, responden a las papeletas depositadas directamente en las urnas por la ciudadanía.

Bronca a los diputados - Teniendo en cuenta ese principio básico (o eso creíamos) del funcionamiento de lo que, incluso tapándose la nariz, cabe llamar estado de derecho, es decir que la soberanía popular reside (a falta de mejor domicilio) en las Cortes, manda muchas pelotas lo que ha dictaminado el Constitucional en su penúltima evacuación. Resulta que se acusa a los diputados de haber votado en contra de sí mismos. Se les afea haber respaldado mayoritariamente el segundo estado de alarma y sus consecuentes prórrogas cuando debían haber parado los pies al Gobierno. Hay que ser muy obtuso para no comprender que, errado o no, lo que se vota en esa (y en cualquier otra) cámara va a misa porque se entiende que representa la voluntad de quienes han puesto en cada escaño a los que en última instancia aprietan el botón del sí, el no o la abstención. Y se dio la circunstancia totalmente democrática de que los síes superaron amplia y pluralmente a los noes.

Palo a la cogobernanza - De hecho, y ahí es donde nos duele, los noes se redujeron en la práctica a una única formación. ¿Cuál? Qué casualidad: Vox, la misma que después de haber exigido la suspensión de la actividad parlamentaria, echó cuentas y vio el filón que podría suponer recurrir al Constitucional los dos estados de alarma y cualquier medida que buscara salvar vidas. Es hoy cuando vuelven a recoger los réditos en forma de estas sentencias vomitivamente ideológicas y plegadas al milímetro al ideario ultradiestro. Porque no solo se desprecia la mayoría legítimamente elegida sino que, de propina, se ataca con fiereza a la cogobernanza, puntal básico de un estado descentralizado, según la tan cacareada y tan falsariamente invocada carta magna española. El Constitucional es cada vez más el Voxtitucional.