- Esta vez no es uno de esos chivatazos cloaqueros con la firma del inefable comisario Villarejo y la rúbrica de la antigua amante y hoy máxima acusadora del Emérito. Se trata de una colección de imputaciones de la mismísima fiscalía del Tribunal Supremo. No es baladí que el medio cuidadosamente escogido para su difusión no haya sido ni el panfleto nauseabundo de Eduardo Inda ni las cabeceras progresís de costumbre. Ha sido El Mundo, un diario nada sospechoso de antisistema, el que ha propagado la mala nueva bajo la fórmula de una exclusiva periodística que hasta el más pardillo del lugar sabe que proviene de una filtración de parte como la copa de quince pinos insignis. Huele a voladura controlada que es un primor. Los memoriones recordamos que así empezó a caer Urdangarín. Después de negarlo todo, la prensa de orden abrió la espita de la ponzoña, fingiendo sorpresa e indignación por la actuación del yernísimo.

-Ya les digo que ahora estamos ante algo mucho más gordo y, a primera vista, mucho más difícil de gestionar. Oídos y leídos los testimonios de las todavía inconclusas pesquisas en Suiza y estudiada la documentación parcial, al equipo de fiscales —esto no es cosa de un justiciero solitario— que lleva el asunto no le tiembla el pulso para dejar negro sobre blanco que la abundante fortuna de Juan Carlos de Borbón y Borbón proviene de su condición de comisionista a lo largo del ejercicio como rey, y según todos los indicios, también después. La afirmación se apoya en un reguero de cazos perfectamente documentados. No fue que un día suelto de su reinado puso la mano. Se trataba, según se desprende del material estudiado, de un modus operandi habitual y prolongado en el tiempo. Aquí un negocio, aquí una mordida.

- En total, al retirado en Abu Dhabi se le atribuyen cuatro delitos, que les entrecomillo tal cual aparecen en el documento de la fiscalía del alto tribunal: "Blanqueo de capitales, contra la Hacienda pública, cohecho y tráfico de influencias". Cualquiera enredado en un mondongo así estaría destinado al presidio. ¿Nos encontramos, por fin, ante el jaque mate al intocable? La contundencia de la acusación y, sobre todo, de las pruebas recabadas apuntaría por ahí. Sin embargo, los precedentes no invitan a la confianza. Sería un escándalo que esta vez el tipo no acabara, como poco, en el banquillo. Pero ni ustedes ni yo nos sorprenderemos si no es así. Permanezcamos atentos a los próximos capítulos. Los habrá.