ESKISABEL está empeñada en que no olvidemos lo que sucede en la otra punta del mundo, pero a veces también aquí cerca. Porque Nagore hace estos días guardia vigilando el destino del Ocean Viking de MSF, uno de los barcos que, junto al Open Arms, deambula por el Mediterráneo cargado de inmigrantes. Asiste, con hilo directo con la embarcación, a la desesperación de 356 personas -fruto de cuatro rescates- y a la degradación de la respuesta de la Unión Europea a la tragedia que se produce en el Mediterráneo. La delegada de la zona norte de Médicos Sin Fronteras sigue de cerca las desventuras de personas que se han visto forzadas a huir de sus hogares para sobrevivir a la violencia, la persecución y la pobreza. Esta mujer, ejemplo de compromiso social, asegura que “en este momento en el Ocean Viking no hay ninguna emergencia médica, pero el capitán ha decidido que el barco ya está completo y ha hecho la petición para que nos den un puerto seguro para desembarcar”. ¿Misión imposible?
Natural de Ordizia pero residente en Bilbao, la sensibilidad de Nagore Eskisabel con las tragedias humanitarias está a flor de piel. En el epicentro del drama, MSF es una organización médico humanitaria que trabaja en situaciones de conflicto y violencia. “Nuestra misión es dar respuesta también a epidemias como la del ébola que actualmente está asolando la República Democrática del Congo o a desastres naturales”, asegura. Aunque ella no actúe sobre el terreno, conoce de buena tinta la heroica labor de salvar vidas. Por eso, estos días sigue al detalle las operaciones de búsqueda y rescate en el mar y se solidariza desde el fondo de su alma con aquellos que sufren. “La labor de Médicos Sin Fronteras, además de asistencia médica, es también de divulgación. La organización se fundó en 1971 por un grupo de médicos y periodistas, por lo que ya en origen nacimos para dar testimonio y contar aquello que vemos en los países donde trabajamos porque afecta a las personas más vulnerables”, asegura Eskisabel, reconociendo que en su trabajo “hay muchos días en los que no hay horarios porque las prioridades son otras y en este caso, que hablamos de vidas humanas, mucho más”, manifiesta en plena jornada festiva.
Por experiencias anteriores y su labor en la ONG Anesvad, conoce Centroamérica y la cooperación al desarrollo en países como Salvador, Nicaragua, Honduras, Bolivia, o Perú, pero “es una labor diferente a la ayuda humanitaria, o a las crisis de las personas refugiadas que desgraciadamente solo acapara nuestra atención cuando hay acontecimientos puntuales”. Y es que difundir estas otras realidades es algo natural para Eskisabel, cuya trayectoria profesional está vinculada al periodismo.
Su trabajo en MSF -que cuenta con más de seis millones de socios y donantes en todo el mundo- le obliga cada día a hacer un llamamiento a la empatía y a la solidaridad en tiempos difíciles y xenófobos. “Pero la sociedad vasca es una de las más receptivas y es, de hecho, una de las zonas donde más penetración tenemos”, aclara Eskisabel, sumergida de lleno en informar del socorro de personas que llevan a cabo una odisea en el mar. “Más allá de la actualidad mediática y de casuísticas como las del Open Arms o el Ocean Viking, pedimos un mecanismo de desembarco seguro que sea acordado por toda la UE para que los rescatados puedan ser reubicadas en los distintos países”, declara Nagore Eskisabel, vestida de verde. Verde esperanza, aunque los problemas estén lejos de haber terminado.