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Elena, 40 años de batallas en una ambulancia

Su historia es la de un ángel. Con una pasión irrefrenable por salvar vidas, Elena Auzmendi lleva cuatro décadas como voluntaria de la DYA en el corazón de las emergencias

Elena, 40 años de batallas en una ambulanciaJavi Colmenero

Día. Viernes 25 de enero.

Hora. 16.00 horas.

Lugar. Amara.

Alos 16 años, camino de 17, Elena Auzmendi decidió, con voluntad de hierro, volcarse en la solidaridad. “Iba paseando por el puerto y me encontré con una exhibición de ambulancias amarillas. Me llamó tanto la atención que decidí enterarme cómo funcionaba. Como era una cría, la Junta de la DYA tuvo que reunirse porque si no tenías 18 años no podías entrar. Pero me aceptaron. Éramos muy poquitas mujeres entonces. De hecho, soy la socia más antigua que queda en Gipuzkoa”, sonríe complacida.

Ayudar a los demás es su pasión. Y lo ha demostrado en cientos de ocasiones. Su peor recuerdo fue el accidente aéreo en el monte Oiz. “Aquello fue muy fuerte”. También le dejaron impresionadas las inundaciones de agosto de 1983. “Estuve en Bermeo y Bilbao. Hicimos muchísimos traslados hospitalarios. Participé con el difunto doctor Usparitza llevando vacunas y estuve tan a gusto ayudando a la gente que regresé emocionada”. “También me ha tocado el famoso incendio de Trintxerpe en la Nochevieja de 2013, algún accidente de avioneta y sobre todo muchos siniestros de tráfico, incendios y rescates”, recita, acumulando una larga lista de actuaciones, que a punto estuvo de incluir la asistencia a las víctimas de los atentados de Atocha.

Con ese bagaje altruista, calcula que ha amparado a miles de personas en situación de emergencia. “Mira, en concreto, solo el sábado pasado asistí nueve emergencias como la de un señor que se cayó en el apeadero de las vías del tren. Y en este tiempo he realizado intervenciones en multitud de pruebas deportivas”, precisa, matizando que también lleva varios años en la Cruz Roja. La formación ha sido, para ella, una constante. “Empecé con Primeros Auxilios, luego hice fuera cursos de Reanimación Cardiopulmonar con desfibriladores porque aquí no había, también fuimos a Madrid para temas Protección Civil. Más tarde me gradué como Técnico de Emergencias y así hasta ahora que salgo como responsable en la ambulancia”.

A lo largo de esas cuatro décadas, el principal cambio que detecta es en los materiales. “Antes, cuando teníamos que inmovilizar una fractura, usábamos tablillas de madera con las típicas vendas de gasa. Ahora hay férulas de vacío, férulas hinchables, férulas tipo matrix. Desfibriladores avanzadísimos que entonces no teníamos. Hacíamos la reanimación con el boca a boca hasta que compramos balones de resucitación. Pero con el masaje cardiaco y la respiración artificial sacábamos a las personas adelante”.

El secreto para dar lo mejor de sí misma a lo largo de 40 años “es que estoy super a gusto y me encanta ayudar a la gente. Me gusta compartir ese espíritu con los nuevos que entran”. Sin embargo, de aquellos primeros años ya no queda nadie. “Normalmente la gente que entra en la DYA está cuatro o cinco años. Luego les cambia la vida, se casan, tienen hijos y es más complicado”.

A pesar de los días aciagos y los momentos terribles, nunca ha pensado en tirar la toalla. “Jamás. Cuando hemos tenido temas complicados, he seguido adelante con la satisfacción de que he intentado hacer todo lo humanamente posible por salvar a esa persona. Y cuando llego a casa intento resetear para la próxima asistencia”, indica Auzmendi, siempre dispuesta a salir escopetada a cualquier urgencia. “Estos días con las alertas por inundaciones, he hablado con mi central y les he comunicado que estoy disponible en cualquier momento”. Por algo Elena es un caso aparte.