Manu Hurtado: hace 10 años le calculaban seis meses de vida
Al santurtziarra Manu Hurtado le calculaban seis meses de vida tras ser intervenido por una enfermedad a la que decidió no tener miedo. Diez años después ha creado un blog para inspirar a otros enfermos en luchas como la suya
MANU Hurtado y el cáncer se conocieron hace doce años. Coincidieron en este mundo a través de la próstata, no se hicieron mucho caso el uno al otro y, un tratamiento de radioterapia después, se despidieron. Manu pensó que era un adiós. Pero fue un hasta luego. Tres años después, el puñetero cáncer volvió a la vida de Manu. Esta vez, al colon. Y lo puso todo patas arriba. Tras una operación de urgencia, el cirujano informó a la familia de este santurtziarra de que el escenario no era nada bueno: a Manu le quedaban seis meses.
Ni aquel cirujano ni el cáncer sabían entonces que Manu no es un tipo cualquiera. Ahora los dos lo saben. ¡Vaya si lo saben! Doce años después de aquel primer encuentro en la próstata, gasta el tiempo escribiendo su propia historia y sus reflexiones en un blog que ofrece una lección de vida en cada párrafo. Cuerpo y mente contra el cáncer se titula y es su legado para aquellas personas y familias que tropiezan, como él, con el cáncer. “Yo nunca he ocultado mi enfermedad”, dice Manu Hurtado para explicar por qué arrancó con este blog, “eso lo he tenido muy clarito desde el principio”.
Pero tantos años de idas y venidas por hospitales le han hecho comprobar que muchos enfermos multiplican su sufrimiento y el de sus familias por no aceptar su enfermedad. Recuerda que el hijo de un compañero de habitación lo pasaba mal porque su padre no quería comer ni hablar. Manu charló con él y le sacó de su ostracismo. “Solo le dije que teníamos cáncer, que había que asumir que la palabra existe y que la tenemos que exteriorizar para poderla comprender, además de que así podemos ayudar a nuestras familias”, recuerda. Experiencias como esa le han empujado a poner negro sobre blanco la ingente cantidad de reflexiones y lecciones que ha absorbido en su particular máster sobre cáncer. “Intenté plasmar sin intermediarios lo que mis sentimientos me decían en el momento”, describe, “cogí el bolígrafo y era como un bailarín en mi mano”. Actualmente recibe tratamientos paliativos en el hospital San Juan de Dios y su médico también le ha animado a escribir: “Quieren leerlo. Dice que a ellos también les ayuda muchísimo para saber cómo es la relación con los cuidadores. Y eso me llevó a escribir desde mi sentimiento y desde mi pulso narrativo”.
A pesar de los golpes, Manu se ha negado a tumbarse y llorar. “Si me quedo aquí tumbado, ya sé a dónde voy. Tengo que hacer algo”, pensó. Y nunca ha dejado de hacer ejercicios, incluso cuando ponerse en pie parecía una misión imposible. “No sé cuánto voy durar”, reconoce con una sonrisa traviesa, “puede ser un mes. Yo vivo día a día. Para mí, los meses son años. Marco etapas. Yo quiero llegar, por ejemplo, a que mi hija termine uno de los reportajes en los que está trabajando. Eso es ahora, en octubre. Y eso para mí es un tiempo”.
En la mesilla de Manu se acumulan hojas con sus textos, que son oro puro. Aguardan a que su hija los transcriba y los cuelgue en su blog. Servirán para que Manu aconseje a otras familias en guerra con el cáncer que se arropen: “Es importantísimo que hablen. El paciente tiene que aceptar, primero, que tiene esa enfermedad y, segundo, que sus bajones anímicos afectarán a la familia. Si la familia sabe que el enfermo tendrá bajones anímicos, habrá conjunción. Si no, habrá una guerra de intereses. Y eso es muy duro”. El bolígrafo de Manu baila muy rápido. Sabe que tiene muchos pasos que dar y que la música puede apagarse en cualquier momento. Por eso se esmera en inculcar que al cáncer no se le llora. Se le planta cara y se le combate con vida. Con mucha vida.