LAS enfermedades de transmisión sexual -gonorrea, sífilis y clamidia- que repuntan en Euskadi son la antesala del virus del sida. Conscientes de ello desde el centro Psicosocial Bideratzen de Bilbao -integrado por Asier Gurruchaga, Carmen Vicioso, psicólogos; Fernando Renedo, Rocío Broz y Marco Imbert, portador del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), experto en counselling y activista- trabajan con el colectivo de hombres que tienen sexo con hombres y con la generación de jóvenes que no vivieron los años duros de la droga, cuando el caballo daba coces entre la juventud vasca en la que se cebó con especial virulencia el VIH. A principios de los 80 no pasaba un día sin que no hubiera un funeral por algún joven infectado de sida. Una historia reciente que muchas de las personas infectadas, como Marco Imbert, no quieren olvidar; más bien todo lo contrario, pone toda su experiencia para evitar que otros se contagien. “Las personas, continúan recibiendo el diagnóstico con mucho desconocimiento. Aunque el VIH es ya una patología crónica, estos pacientes tienen más posibilidades de padecer ciertos tumores y sufren una pérdida más temprana de masa ósea, pero pueden hacer una vida prácticamente normalizada porque la medicación tiene bajísimos efectos secundarios”, reconoce Imbert, que ofrece counselling o asesoramiento psicológico en el centro. “Trabajamos la parte de la prevención para que en el camino no se encuentren con el VIH u otras enfermedades de transmisión sexual”, dicen Asier, Carmen, Fernando y Rocío. Desde el equipo de Bideratzen insisten en la necesidad de recordar entre la población que practica sexo de riesgo que el sida continúa siendo una enfermedad grave, “como lo son el resto de infecciones sexuales”. Porque, aunque el diagnóstico desorienta a quien lo recibe, es mucho peor el estigma social que persiste y al que tendrán que enfrentarse. “El miedo a pasar una prueba médica en su empresa y que le despidan, tener que cambiar sus relaciones sociales y personales...”. Este estigma de la enfermedad dificulta la búsqueda de apoyo en algunos casos. Por eso el centro organiza programas que se adapten a lo que más preocupa al equipo de Bideratzen que es la falta de percepción de riesgo en algunos aspectos del sexo y de las relaciones sexuales múltiples. “Aquí ofrecemos información cuando vienen ante el temor de estar infectados, pero también asistimos a las familias. Formamos un equipo multidisciplinar para hacer frente a cada situación que se presenta”. Bideratzen atiende al día más de una quincena de personas. Ofrecen cursos, terapia personalizada de sesenta y noventa minutos, pactando con los asistentes la periodicidad de los encuentros. “También tenemos una acogida individual con lo que buscamos ser una alternativa para las personas que no desean exponerse a un grupo”. El consejo psicológico de Imbert, tanto telefónico como presencial, no es una terapia, sino que “orienten su nueva vida”.