En el espacio que en los últimos años ocupaba una franquicia de hostelería ha abierto sus puertas una taberna en la que una vitrina rememora aquel antiguo comercio exponiendo figuras de santos, velas... artículos todos ellos que estuvieron a la venta en su día y que dan pie a que los clientes recuerden, conversen y cuenten sus anécdotas relacionadas con él, que “las hay, y muchas”, afirma el actual responsable del negocio.
Hoy es un bar con cocina donde ofrecen pintxos y alguna ración. En concreto, recuperando la cocina tradicional vasca tanto en los bocados de su cocina en miniatura como en las raciones de carrilleras, chipirones... que elaboran. Allí es habitual toparse con una clientela de lo más variada, desde txikiteros a turistas extranjeros atraídos por “un lugar agradable, luminoso y con mucha historia que contar”, según explican desde el otro lado de la barra.
De la tortilla de bacalao a la gilda y el taco de atún... un público familiar encuentra su bocado y su espacio en la Taberna Iturriza. Para responder a todos los gustos, no faltan un buen café, tartas y batidos. Quienes prefieran optar por los vinos disponen de diecisiete referencias de distintas D.O. por copa para elegir, además de cerveza y txakoli vizcaino y guipuzcoano.
El interior se distribuye en zona de barra y de mesas, con música jazz que permite conversar y disfrutar de la consumición relajadamente. Así revive un establecimiento con carácter auténtico, autóctono y donde sentirse entre amigos. No en vano, su actual responsable comenta divertido que “antes vendían vino a los curas y ahora a todos los feligreses”.