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El viaje de las anchoas desde el Pleistoceno

Un estudio científico aventura una teoría sobre cómo llegó al Atlántico la especie más preciada de este pez

El viaje de las anchoas desde el PleistocenoGorka Estrada

Los amantes de la reina de las conservas defienden que los bocados más excelsos los proporcionan las anchoas pescadas en el Cantábrico, pero seguramente ignoran que las diferencias con sus primas más cercanas son mucho más que sutiles, aunque vengan fraguándose desde el Pleistoceno.

Cuatro investigadores del Centro de Ciencias Marinas de la portuguesa Universidad de Algarve publican este mes en la revista Scientific Reports un estudio genético sobre las cinco especies de anchoas del viejo mundo (como se conoce a todas las del género Engraulis), que bucea en el pasado más remoto de este codiciado pez para determinar de dónde viene su variedad más apreciada: la Engraulis encrasicolus, extendida por buena parte del Atlántico. El estudio analiza el ADN de 462 ejemplares de anchoa capturados en 16 localizaciones diferentes de los océanos Atlántico y Pacífico, representativas de las variedades europea (Engraulis encrasicolus), americana atlántica (E. eurystole), sudafricana (E. capensis), japonesa (E. japonicus) y australiana (E. australis).

El resultado revela que las tres variedades atlánticas se asemejan entre sí más de lo que se parecen a las dos especies del Pacífico, pero con un matiz: las diferencias que cientos de miles de años de evolución han imprimido en los genes de esos linajes es muy, muy leve: no pasa del 0,4% en la comparación más extrema. De hecho, los autores remarcan que, hasta donde han podido comprobar, las diferencias genéticas que presentan entre sí las especies de anchoas del viejo mundo son las menores que se han medido nunca entre especies de peces distintas de un mismo género.

Desde el Pacífico Los autores de este artículo, cuyo primer firmante es Gonçalo Silva, creen que lo más probable que es las anchoas Engraulis colonizaran el Atlántico desde el Pacífico -y no al revés- durante el Pleistoceno y partiendo de la población de Australia, la que mayor distancia evolutiva presenta con todas las demás. ¿Por qué ruta cruzaron de océano a océano aquellos primitivos bancos de boquerones? Por el cabo de Hornos parece improbable, porque no hay poblaciones de anchoa del género Engraulis en Sudamérica y, por el estrecho de Bering, solo hubiera sido posible fuera de los periodos glaciales, lo que tampoco parece factible, ya que el ADN de las anchoas apunta que las variedades atlánticas comenzaron a separarse genéticamente de las del Pacífico hace 670.000 años, durante la primera glaciación del Cuaternario.

Por eso, el equipo portugués sugiere que seguramente cruzaron al Atlántico por el cabo de Buena Esperanza, pero de no de forma directa, sino bordeando las costas de Asia y África Oriental (a un pez que solo vive tres años le sería imposible atravesar el Índico en línea recta, a través de 8.000 kilómetros de mar abierto pobres en nutrientes y casi sin islas que le ofrecieran refugio). Su tesis apunta que las migraciones pasadas de pequeñas especies pelágicas como la anchoa estuvieron condicionadas por los cambios climáticos, que provocaron extinciones, recolonizaciones y barreras temporales entre otras unas poblaciones y otras. Y, en este caso, fue la glaciación de Günz la que hizo que las Engraulis del Pacífico quedaran aisladas de las del Atlántico y se convirtieran en ese pez tan apreciado hoy en día.