EN Egipto se me conoce más como activista que como cineasta”, afirma Mohamed Diab, director y coguionista del filme Clash. Tras triunfar con su ópera prima, El Cairo 678, en 2011, en Egipto estalló la revolución, y el director egipcio no dudó en tomar parte y “aprovecharse de su fama”, como él reconoce, para apoyar el movimiento.

Desde el primer momento supo que quería realizar una película acerca de los hechos, pero el ritmo frenético en el que se desarrollaron le impidieron realizarla por entonces.

“En los últimos cinco años, todo ha evolucionado a tal velocidad que culaquier idea se convierte en obsoleta incluso antes de empezar a escribir”, afirma el realizador Diab. No obstante, finalmente, encontró la vía para abordar su filme: “Solo el fracaso de la revolución nos sirve para comentarla”, reflexiona el cineasta.

Cuando en 2011 la revolución egipcia acabó con 30 años de presidencia de Hosni Mubarak, se dio paso a un proceso democrático para la elección del nuevo presidente, siendo Mohamed Morsi, del partido islamista los Hermanos Musulmanes, el elegido. Un año bastó para que la gente volviese a salir a la calle en su contra, durante meses de división. Aquella fue una de las mayores protestas jamás vividas en la historia de Egipto, y ahí transcurre Clash.

El largometraje traslada al espectador a El Cairo, durante el verano de 2013. Tras la destitución de Morsi, decenas de manifestantes con convicciones políticas y religiosas distintas son arrestados durante unos violentos disturbios. Todos acaban en el mismo furgón policial, pero... ¿Serán capaces de superar sus diferencias para salir ilesos?

Según desvela Diab, no se trata de una película sobre política, sino sobre lo humano. El cineasta ha apostado por mezclar diferentes rostros de Egipto, de ambos lados, con los dos personajes protagonistas, un periodista y su fotógrafo, inspirados en comunicadores reales que fueron encarcelados durante las protestas. Y uno de ellos, sigue en prisión todavía, tres años después.

El furgón reúne a a gente diversa: una familia formada por dos padres y sus hijos adolescentes, dos jóvenes, un sintecho... Como señala el director egipcio, el tema de la película es simple: no se conoce a una persona hasta que no se habla y pasa tiempo con ella. Los detenidos deberán coordinarse, y, pese a no estar de acuerdo con la ideología de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Diab declara que se ha esforzado por plasmarlos como seres humanos, seguidores de un partido político que actualmente está prohibido.

RODAJE ACCIDENTADO Para el rodaje se construyó un furgón con ocho metros cuadrados de capacidad, lugar donde todos los actores rodaron durante 26 días. Además, la película cuenta con escenas de acción protagonizadas por 500 figurantes en un plató. Mohamed Diab desvela que fue un infierno, y que el coordinador de efectos especiales comentó: “Parece real porque es real”. Se refería al hecho de que los figurantes se peleaban de verdad, y algunos de ellos acabaron heridos.

Otra de las escenas de acción tuvo lugar en un escenario natural, en un puente de El Cairo. El rodaje provocó un enorme atasco ya que los conductores pensaban que era una manifestación de verdad, y se daban media vuelta. Actualmente la gran mayoría teme los grandes grupos en la calle y huye al verlos.

El director imagina que durante el rodaje tuvo infiltrados de los dos bandos, de los Hermanos Musulmanes y la policía, y opina que si siguen así, no saldrán del atolladero. “Sigo soñando con que alguien salido de la revolución pueda gobernar en Egipto”, concluye.