Entre la tradición y la vanguardia
La pasarela de Pekín, que cumple veinte años, exhibe creaciones arriesgadas de modistos como Gu Yuanyuan
DEBE la moda china ser fiel al elegante qipao manchú y al milenario traje cruzado Han, o abrirse a vanguardias internas y externas? El debate está abierto en la Semana de la Moda de Pekín desde que se inició hace 20 años, pero en esta edición ha conseguido fundir ambas tendencias de modo casi perfecto.
El elegante Hotel Pekín, el único que existía en la ciudad en la época maoísta, acogió esta semana decenas de desfiles de la temporada otoño-invierno, entre ellos el de la diseñadora Xiong Ying, quien el viernes enseñó que los cortes orientales y occidentales pueden unirse y concebir algo nuevo y único.
Qipaos con transparencias y cubiertos por gabardinas ligeras, trajes entallados y anchos en la parte superior que recordaban al esplendor de Balenciaga en el siglo XX o leves bordados florales a modo de acuarela taoísta mostraron ese puente entre dos mundos con el que la Pasarela Pekín busca asentarse en el mundo de la moda.
“El nivel de este año ha sido mucho mejor que otras temporadas, se ha reducido un poco el concepto ‘princesa’ y hay colecciones muy reales, muy pret-a-porter”, destacó el diseñador español Gabriel Torres, que lleva 20 años acudiendo como jurado a esta semana de la moda y ve enormes avances en la vanguardia pequinesa.
Los desfiles se celebran en dos ambientes: el Hotel Pekín es desde 1997 lugar para lo clásico, mientras que los diseños más rompedores se muestran en el Estudio 751, en el barrio de los artistas pequineses.
Allí han sorprendido las arriesgadas apuestas de creadores como Gu Yuanyuan, quien, inspirada en la dinastía Song, uno de los cúlmenes de la cultura china, ha mostrado trajes con arte tradicional “deconstruido” y jugando con los blancos y negros como tinta empapando el papel.
Tampoco ha dejado indiferente la colección Y’S Mono de Liang Yan, que inspirada en las películas de monstruos japoneses como Godzilla, ha resuelto un estilo que para Torres “podría lo mismo provenir de China que de Nueva York o de Europa”.
Si otros años los modistos acudían a estrategias lejanas al diseño para llamar al atención de los medios, como vestir a los modelos con mascarillas antiesmog o crear maquillajes y peinados imposibles, en esta edición se han centrado más en la ropa, buscando comodidad sin perder estilo.
“Otros años había más color, esta vez se ha ido a lo simple”, explicaba desde la primera fila del público en declaraciones el periodista Zhu Xiaoni, de la revista china de moda Takanta.
“Hay mayor elegancia y a la vez menos vestidos de ‘escenario’, se prefieren cortes más largos... todo está cambiando, puede que la moda de Occidente tenga más historia pero nosotros nos movemos sin parar”, decía por su parte la diseñadora Guo Gerong.
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