Bilbao - El bilbaino Iñigo Hervías se gana la vida como agente inmobiliario, pero gracias a un proyecto de crowdfunding ha materializado su pasión por el alpinismo y la fotografía en un apasionante libro que abre una ventana a los rincones más inaccesibles de la naturaleza.

¿Qué fue primero, el alpinismo o la fotografía?

-En mi caso empezó todo a la vez. Empecé a hacer barrancos y me llamaron la atención los juegos de luces, que son muy estéticos. Empecé a hacer fotos y quedaban chulas. Haciendo barrancos y alpinismo empecé a echar fotos y fotos y al final, entre tanta foto, alguna buena sacas. No queda más narices, si no es que eres muy malo.

¿Qué quiso captar de la montaña en sus fotografías?

-Simplemente el estar ahí es un momento mágico. Estás con un amigo en la montaña viviendo una experiencia inolvidable.

Le llaman ‘El Japonés’.

-Me lo dicen un par de colegas. Haces una salida y cuando vuelves tu amigo tiene treinta fotos y tú 300. Acumulas tantas fotos que eres como los japoneses, que tienen miles de fotos. De hecho, el libro es una selección de entre 23.000 fotos. Ha sido una locura.

¿Qué ha primado a la hora de escogerlas?

-En muchos casos los atardeceres y amaneceres, que son muy estéticos. Otras eliges por la situación que has vivido. La duda era si podría transmitir eso que yo había vivido a la gente que vea el libro.

¿Hay montañas más fotogénicas que otras?

-Sí, por supuesto. Una de ellas es Monte Perdido. Es mi montaña pirenaica, donde he conocido a toda mi gente del mundo alpino.

El prólogo del libro lo firma Juanjo San Sebastián. Eso es empezar fuerte.

-¡Ya lo creo! Le tengo en un altar porque es una persona muy cercana, es un buen alpinista y como persona es una pasada.

¿Ha sido más duro el crowdfunding para financiar el libro que hacer una cumbre?

-Tengo la suerte de que tengo muchos amigos y una familia muy grande que al final han hecho que no cueste tanto. A base de estar con uno y otro, al final me han financiado el libro encantados. Pero yo pensaba que en cuatro o cinco meses iba a estar el libro y al final ha tardado un año y ocho meses.

¿Se ve algún día fotografiando un ochomil?

-Eso son palabras mayores. Me encantaría, pero primero hay que poder, hay que ser un tío muy fuerte y técnicamente estar preparado. Hay que ir paso a paso. Lo más alto que he subido es el Mont Blanc. Ahora estoy preparando el Cervino. Nunca puedes decir ahí no voy a subir. Es lo que pensaba del Mont Blanc.

Luce una bandera muy especial en cada cumbre.

-Sí. Un amigo mío corre maratones e hizo una camiseta con una asociación francesa de niños con cáncer, A Chacun son Everest y con la foto de un amigo común que murió de leucemia, mi primo. Corrió con ella dos maratones y luego me la dio. Decidí llevarla al Mont Blanc y la saqué en la cumbre a modo de bandera. Me sentí muy cerca de mi primo y decidí llevarla a todas mis cumbres.

autor del libro ‘MIradas rocosas’