En tan solo cuatro años, Fahim, nacido en Bangladés hace quince años, pasó de ser un refugiado que dormía en la calle o donde podía, a campeón de ajedrez en Francia, lo que hizo que el Gobierno galo regulase su situación y la de su padre con quien huyó tras ser amenazados.

Fahim tuvo mucha suerte y esa suerte se llama ajedrez, explica en una entrevista para presentar el libro que ha escrito junto a su entrenador El rey de Bengala (Grijalbo), en el que describe el largo camino desde que salió de su país -con 8 años- hasta que consiguió regularizar su situación, que no fue fácil. “El libro es para mi padre, pero es también para todo el mundo; para los partidos políticos, para la gente que trabaja en inmigración. Este libro tiene que ayudar a la gente porque mucha gente no se da cuenta del sufrimiento que supone vivir así y la gente tiene que comprenderlo, aunque no hagan nada, pero deben saberlo”, explica Fahim.

Ahora va al instituto, en la ciudad francesa de Créteil, cerca de París, como cualquier chico de su edad, y desde “hace muy poco” ya vive con su madre y sus hermanos, que se quedaron en Bangladés, un asunto que no quiere recordar. Él se convirtió en protagonista de un desesperado viaje de un padre con su hijo por distintas ciudades europeas hasta llegar a Francia, donde comenzó a tramitar la petición de asilo, y mientras tanto hubo muchas habitaciones de hoteles, albergues y noches en la calle cobijados en una tienda de campaña. “Hasta hace muy poco vivía con mi padre, pero ahora ha llegado mi familia, no puedo hablar de ello porque es algo muy reciente, me cuesta hablar de ello, es raro (sonríe). Bueno mi familia ya está en casa”. En el libro explica su dolor por la separación de su madre y cómo le cuesta mantener en esos años de ausencia los recuerdos.

La injusticia de la calle Su sueño es vivir en Francia, ser rico e ir de vez en cuando a España para ver jugar a su equipo de fútbol, el Real Madrid. “Me gustaría tener la nacionalidad francesa porque cuando juego al ajedrez en el mundo represento a Francia. Escribimos una carta a François Hollande para pedir la nacionalidad y me dijo que tenía que esperar hasta los 18 años”, cuenta.

Reconoce que le parece injusto, “que haya tanta gente que vive en la calle y se muere de frío porque no son campeones de ajedrez y no pueden tener una oportunidad”, como la que tuvo él. Pero sabe muy bien lo que es pasar por el largo trámite que tienen que padecer los refugiados mientras se examina si tienen derecho a protección internacional, por reunir los requisitos legales de persecución política, discriminación o conflicto bélico. “Si me permites que te diga, nos toman el pelo, cuando llegas a un país del que no se conoce nada, no tienes referencias ni amigos y te dan toneladas de papeles que tienes que rellenar, sin conocer el idioma, y es increíble porque a veces hay preguntas que no tienen sentido, como dame tu dirección, cuando vives en la calle o dame tu libro de familia en Francia; y te hacen la misma pregunta muchas veces y creo que quieren desalentar. Es una locura”.

A Fahim y a su padre les ayudaron voluntarios de ONG y del club de ajedrez local de Créteil donde empezó a jugar el niño, pero aún así sus solicitudes fueron rechazadas una y otra vez, hasta que la presión social, cuando consiguió ganar el campeonato francés, logró regularizar su situación.