Larrabetzu - Ciriaco Dañobeitia está a punto de cumplir 87 años. Y eso es un grado. Porque Ciriaco puede hablar largo y tendido del Larrabetzu de hoy en día, pero también de aquel Larrabetzu de antaño, aquel Larrabetzu indiscutiblemente rural que le vio nacer y en el que se crió rodeado de uvas generosas. Ciriaco vive en la misma casa en la que llegó al mundo. Su padre hacía txakoli y él hoy día sigue supervisando esas cepas nobles con las que, junto a su familia, elabora el txakoli Sasine. Además, esta explotación familiar se ha unido a otros productores de la zona para elaborar otra línea de estos caldos bajo la marca Butroi.

“Tengo cepas que no he conocido plantar y que tendrán ciento y pico años”, señala este hombre de sonrisa perpetua y pies tozudamente aferrados al campo. “Yo he nacido aquí y no valgo para vivir en un piso. ¡Me ahogo en un piso! Aquí sales y pisas el terreno tuyo, pero en un piso no”, enfatiza.

Ciriaco es de esa generación que sabe lo que es una guerra. No tiene para olvidar aquel 12 de junio de 1937, cuando las tropas franquistas rompieron el Cinturón de Hierro y entraron en Larrabetzu. Él y su familia corrieron hacia Zamudio por la carretera mientras escuchaban el silbido de las balas muy cerca. Demasiado cerca. “Shissss, shissss... Se oía... Menos mal que no nos pegó ninguna”, narra expresivo este productor de buen txakoli.

Buenas tierras txakolineras tiene Larrabetzu...

-Pues sí. Hay bastante fondo de tierra y creo que tiene materia. Incluso si echas un poco de abono coge demasiada fuerza. El año que viene no les hecho porque estoy aburrido de cortar las ramas.

¿Ha cambiado mucho la manera de hacer txakoli?

-¡Muchísimo! Cuando tenía 10 años el padre me ponía en un cesto a pisar uva. No había ni prensa, ni filtros. Pero en aquel entonces todo era bueno, aunque saliera malo. Ahora es otra cosa. Después compramos una trilladora de mano, luego una eléctrica y ahora ya, automática.

La manera de hacer txakoli ha cambiado mucho y también Larrabetzu.

-¡Muchísimo!

¿El pueblo sigue manteniendo el carácter rural?

-Sí, pero hay muchas aldeas abandonadas. Antes se vivía del caserío. Yo me acuerdo que después de la guerra no llegábamos a los 1.000 habitantes y el 90% se dedicaba a la aldea. Se vivía de lo que daba el caserío. En aquel entonces el centro del pueblo tenía solo la calle principal. Ahora ha crecido muchísimo y somos dos mil y pico habitantes.

¡Anda que no tendrá anécdotas de antaño!

-Recuerdo que después de la guerra en Larrabetzu había solo un coche, que era de uno que estuvo en América. Le llamaban Pacho el americano. Hacía de taxi, de ambulancia y de todo. No había más. Antes, si tenías que ir a Lezama a hacer algún recado tenías que ir andando. Y recuerdo muy bien la boda que hicimos nosotros delante de casa. Había una parra. Entonces el pollo era más que ahora la langosta. Luego fuimos a San Sebastián dos días.

Dígame algún sitio de Larrabetzu que le guste especialmente.

-Tenemos bonitos sitios: tenemos un frontón, tenemos el campo de fútbol... Antes no había nada de eso. Se ha hecho muchísimo en Larrabetzu. Antes no teníamos luz, ni agua, ni teléfono, como pasaba en todas las aldeas. Me acuerdo que entonces, en el invierno, para acudir a misa la gente se ponía botas para ir andando por los caminos y se cambiaban de zapatos para entrar a la iglesia.

Y hablando de caminos: por Larrabetzu pasa el Camino de Santiago. Viniendo para aquí he visto muchos peregrinos.

-¡Cantidad de gente! ¡Miles pasan al año!

¿Suelen parar para hablar con usted?

-Sí. Algunos saludan pero no les entiendes: hay mucho extranjero. Recuerdo que hace dos años vinieron una chica y un chico para ver si les dejábamos poner la tienda de campaña en la huerta. Así fue, y de casa les llevaron algo de cenar y a la mañana siguiente café con leche y galletas. ¡Más contentos estaban! Nos sacaron fotos y todo. De Suiza creo que eran. No es broma andar con todas las maletas que llevan, con el calor... Pero oye: no es algo obligatorio. (Ríe)

¿Antaño le gustaba ir a las fiestas de Larrabetzu, de Txorierri? Habría muchas romerías...

-Muchas. Por todo Txorierri, en las plazas. Aquí las fiestas son el 15 de agosto. Ahora la gente joven te pone una fiesta cualquier día. Pero antaño había otra gracia...

¿Y cómo eran esas fiestas de antes?

-Nos gustaba el baile. Solía venir la banda de Galdakao, en la repetición. Y el mismo día, venía la banda de Basauri.

¡Pues ya queda poco para las fiestas de Larrabetzu!

-Ya tenemos pensado el plan. Iremos de cena, en cuadrilla para tomar algo... ¡Pero salimos también los sábados y domingos! Tenemos el Gure Etxea, donde nos juntamos los mayores. Y también tenemos la ermita de San Bartolomé. Allí entre dos o tres organizamos cada 24 de agosto el lunch con el dinero que nos da el Ayuntamiento. Y arriba están San Emeterio y San Celedonio. Ahí también hay fiesta el día 31 de agosto.

¿Va a seguir usted al pie del cañón en esto del txakoli?

-Si Dios quiere, sí.

Productor de txakoli