Bilbao - No imaginaba que el actual presidente de la República tuviera una amante secreta y tampoco esperaba que el anterior se planteara regresar a la política.
Tras el embarazo de Carla Bruni, el nacimiento de Giulia y la salida de Sarkozy del Elíseo, ¿pensó que había acabado la crónica rosa?
-Pues sí. Llevábamos meses diciendo que Hollande era un aburrido, que con él no vendíamos un titular. Y cuando ya era casi una causa perdida, el presidente nos sorprende con sus furtivas visitas al picadero de la calle del Circo, donde está el apartamento en el que se encontraba con Gayet, a dos pasos del Elíseo.
¿Cómo le sienta a un corresponsal en un país serio tener que informar de asuntos de alcoba y que sean lo más demandado?
-¿País serio? Si lo fuese sería demasiado aburrido. Es más divertido tener a un presidente con una ajetreada vida sentimental y a un ex presidente detenido veinte horas por corrupción. A un corresponsal, como a cualquier periodista, lo que le gusta es contar historias. El tema es secundario.
Es un clásico que los presidentes franceses tengan amantes. ¿Se imaginaba que Hollande tenía tanto ‘sex appeal’?
-¡Que va! Todos pensamos lo mismo: “¿Hollande, qué les das?” Tal vez se lo pregunte en su próxima rueda de prensa. Ja, ja, ja...
¿Puede haber boda?
-La revista Closer ya nos ha enseñado a Gayet con un fiscal en actitud muy cariñosa en la playa. Como no sea un montaje para despistar, creo que el presidente ahora mismo está soltero. Aunque con Hollande nunca se sabe. Se habló del 12 de agosto, el día de su cumpleaños, como posible fecha para el bodorrio. Pero ellos ya lo desmintieron, y además están esas fotos, así que... ¡nuestro gozo en un pozo!
¿Estos líos influyen en la popularidad? La reputación de galán agrada a algunos ciudadanos...
-¿Hollande galán? Por mucha mujer que tenga a su lado, no se libra de la quema en las encuestas de popularidad. Le costará quitarse la imagen de pusilánime. Flan, pingüino, abuelete? Se le han puesto todo tipo de motes y el de galán no es el que más le pega. Su imagen no le acompaña.
La colega Trierweiler no le caía bien, pero seguro que la echa de menos...
-Estoy esperando que escriba un libro sobre las intrigas de palacio. Con mucha carnaza. Desmontando a Hollande podría ser un buen título, aunque dicen que el presidente está maniobrando para evitar cualquier publicación de ese tipo.
Sarkozy se está dejando ver y oír bastante. ¿Tendrá que informar de su regreso a la política?
-Al principio yo era de los que decían que no volvería, pero he cambiado de opinión. ¡Que raro en un periodista!, ¿no? Ja, ja, ja. Ahora creo que le llama más el Elíseo que a un tonto un lápiz. Insiste en hacernos creer que sigue deshojando la margarita, pero para mí que lo tiene todo muy decidido: si ve la más mínima oportunidad, se lanza. Estaría bien retransmitir el segundo asalto Sarkozy-Hollande. Dudo de que el resultado fuera Sar K.O. zy.
Las elecciones europeas han consolidado a Marine Le Pen como alternativa. ¿Se imaginaba esa subida del Frente Nacional?
-La estaba esperando desde que llegué a París. Antes de cada cita con las urnas las encuestas no dejaban de decir “que viene el lobo”, pero las segundas vueltas siempre servían para parar los pies a la ultraderecha. Con las europeas, sin segundas vueltas que valgan, Le Pen dio al fin el campanazo. Espero que sirva como toque de atención.
En sus cinco años como corresponsal en París, ¿la situación económica se ha deteriorado sin parar?
-En cinco años no he dado muchas buenas noticias económicas. Esta semana hemos vuelto a tener un mal dato: 0% de crecimiento. La economía francesa se estanca en el crecimiento cero. La gente está muy preocupada con el desempleo y la solución Valls, por muy eficaz que nos vendieran al flamante primer ministro, no acaba de dar resultados.
¿Y los problemas con la integración de los inmigrantes de segunda o tercera generación?
-Eso siempre está ahí. El último estallido fue en las manifestaciones pro Gaza. Cuando fui a cubrir los desperfectos del día después en locales judíos, los vecinos de origen magrebí se quejaban al alcalde. Se consideran ciudadanos de segunda y hasta que no dejen de sentirse así, no se podrá hablar de integración.
Francia reducirá sus regiones de 22 a 13. ¿Hay una justificación económica o es el nuevo centralismo?
-Al entramado institucional que hay en Francia le dicen milhojas administrativo. Hollande promete super-regiones con mayores competencias, pero lo único que le importa es ahorrar, ahorrar y ahorrar. Lo de las competencias es secundario. El tema aún está verde porque al Senado no le gusta la reforma y a los socialistas críticos tampoco. Algunas fusiones ponen en peligro los feudos socialistas a favor del Frente Nacional. Desde que se presentó el primer mapa, Aquitania ha cambiado tres veces de compañeras de viaje. Veremos cuántas calorías le quitan al final al milhojas y si aprovechan para centralizar o no.
En febrero de 2013 cubrió en Roma la dimisión de Benedicto XVI y en diciembre fue al funeral de Mandela en Sudáfrica. ¿Se emocionó?
-Estar en un sitio en el que todo el mundo tiene puestos sus ojos siempre emociona. Son acontecimientos en los que el despliegue de medios de comunicación es impresionante, y sólo eso ya te hace ser consciente de la relevancia de lo que estás contando. El día que me lo tome como rutina, habrá llegado la hora de ir haciendo otra cosa.
Este año también ha ido a Ucrania. ¿Se le hizo difícil explicar este conflicto o después de haber estado en Oriente Medio todo es más fácil?
-Oriente Medio es una buena escuela, pero después los conflictos son muy diferentes. Era complicado explicar la amalgama de corrientes políticas en aquella plaza de Kiev, pero con ir a la primera línea del frente, medio vídeo estaba ya hecho.
¿Pasó miedo en la plaza Maidan?
-Los pocos días que yo estuve fue entre estallido y estallido. Había tensión entre manifestantes y Policía, pero la situación estaba bajo control. Lo que más miedo daba era el frío. A casi 20º bajo cero, estábamos obligados a parar cada 45 minutos. Buscábamos una hoguera y calentábamos sobre todo los dedos de manos y pies. Otro enemigo era el hielo. Por lo demás, todos tenían ganas de contar por qué estaban luchando allí.