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LA Federación no permite que ningún hombre dispute los campeonatos estatales, sin embargo, la FINA en su reglamentación no especifica que no haya hombres participando", señala Irune Ovejas, entrenadora del club Ganguren al que pertenece el baracaldés Ibon García, vigente campeón de Euskadi de natación sincronizada. Arabescos y figuras de difícil ejecución supusieron al vizcaino un título que nunca tendrá continuidad en torneos de mayor rango. Como si fuera Billy Elliot, aquel entrañable niño que se lanzó a la danza pese a ser un terreno acotado a las féminas, pero debajo del agua, Ibon es un precursor, un visionario que descubrió su pasión desde que lindaba la pubertad. "Con doce años empecé en esto de la natación sincronizada", explica. Ahora, con 17, recoge las mieles de un éxito cimentado en el trabajo. "Pasamos cinco horas entrenando a la semana", comenta la técnico. La importancia de la victoria radica en la incursión de un hombre en un coto privado femenino. La Federación Internacional ha evitado siempre incluir hombres en los Juegos Olímpicos y en los Mundiales, aunque la especialidad nació entre hombres.

"Vi una exhibición y me gustó. Además, mi madre es entrenadora auxiliar y me lo inculcó", disecciona el campeón. Con doce años empezó a practicar en la escuela de Gallarta, en la que se formó, y a partir de ahí forjó su cuerpo para las piscinas, rodeado de mujeres, pero dotando de un nervio especial las figuras. "Aunque digan que los hombres tienen ventaja en este tipo de competiciones, no es cierto. No se trata de fuerza, sino de habilidad", añade García. Sus palabras denotan ilusión, pero los designios de la Federación obligan al vizcaino a anclarse en los open territoriales y en los campeonatos de Euskadi, lo cual paraliza la progresión del nadador, pese a haber alcanzado la mayor puntuación en su disciplina con bastante diferencia. "Yo veo muy absurdo que no me dejen competir en Estatales", dice Ibon con la paciencia de quien no puede hacer más. "En otros países sí que se puede; sin embargo, en el Estado español no", afirma el deportista baracaldés.

El mayor problema comienza porque Ibon no tiene la oportunidad de explorar su propio límite a la hora de competir. "El año pasado ya vimos limitado el acceso a algún torneo. Nos echan para atrás la inscripción y no puedes hacer nada", evoca el nadador, ayudado por su entrenadora, que le arropa en todo momento. "Yo lo veo como un hobby", se resigna el baracaldés, que espera acabar sus estudios de bachillerato y lanzarse directamente a las Ciencias Ambientales.

"A mí me da igual que la natación sincronizada sea un coto cerrado. No me da ninguna vergüenza", sus palabras denotan valentía. Sus ojos huidizos se endurecen, dándole una pose de envergadura. El tejido de su cuerpo se tensa con tintes épicos, tanto como su victoria. "Lo que pasa es que es un deporte minoritario en el que la gente no está acostumbrada a ver ninguna presencia masculina. Dicen que este deporte es femenino, pero no tiene por qué", remacha su entrenadora. Ejemplos como Bill May lo demuestran. Asimismo, en Catalunya, hay equipos completos de niños que vienen participando en categorías menores.

"Mis amigos ya no me dicen nada, pero al principio la gente se extrañaba: ¡Dónde te metes! No obstante, con el paso del tiempo todo se ha normalizado y, además, da igual", recuerda Ibon. "Algunas veces lo que más importa es el qué dirán y a la hora de la verdad, cuando lo cuentas, no es tan extraño", finaliza Irune Ovejas. Las palabras evocan recuerdos de un pasado que no siempre fue fácil. Sin embargo, el baracaldés se alzó con una txapela de Euskadi merecida y, por muchas similitudes que guarde con el personaje ficticio de Billy Elliot, cuenta con el apoyo de su familia. Ibon es un pionero en aguas femeninas.