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SIOUX trae por la calle de la amargura al concejal de Obras y Servicios, José Luis Sabas. Sioux no es un piel roja sino un grafitero que se encarga de estampar su firma en el mobiliario urbano, sin piedad. Tampoco es el único, pero desde luego es el que más se hace notar. "Ya está bien", se quejó ayer el concejal. El Ayuntamiento de Bilbao "podría urbanizar una calle o una plaza al año con el presupuesto que destina a limpiar pintadas o retirar carteles y pancartas del espacio público". No es broma, en 2009 superó los 835.000 euros y esta cifra se ha duplicado en los últimos siete años.

Pero localizar a Sioux y al resto de sus colegas de pintadas no es fácil. Precisamente, lo que conlleva ser grafitero es el anonimato, porque en este tema la Policía es implacable. Así que, el que la hace la paga. Por eso, también la mayoría se ampara en anónimos que dicen poco de sus protagonistas. Esa es precisamente su mejor forma de esconderse.

El año pasado, hubo veinte denuncias por pintadas en la calle y los denunciados tuvieron que pagar multas desde los 1.500 a los 3.000 euros, en función de la reincidencia de sus fechorías. Porque, entre los grafiteros, también hay categorías. Unos son artistas y adornan la ciudad pero otros la afean.

Bajar por La Salve y avanzar por Alameda Rekalde enseña un panorama desolador de Bilbao. "Prácticamente todas las persianas están pintadas", se lamentó Javier Riaño, director de Bilbao Arte.

No se sabe cómo hubiera sobrevivido Sioux en Madrid o Barcelona. En realidad, hay pocos datos para su identificación. Estas ciudades cuentan con unas brigadas especiales para perseguir al grafitero. En Bilbao, el Ayuntamiento, consciente de la necesidad de acentuar los esfuerzos en este sentido, ha ido incrementando progresivamente el número de equipamientos dirigidos a este servicio y, en cinco años, ha duplicado la dotación para limpiar este tipo de elementos que afean la ciudad. Actualmente cuenta con un equipo de nueve vehículos especialmente acondicionados para llevar a cabo los trabajos de limpieza de pintadas.

A Sioux le pisan los talones las brigadas de limpieza. Su peor enemigo es el agua a presión y el barniz antigrafiti. Pero lo que más le duele a todo el que se precie como buen grafitero es lo efímero de sus pintadas. No hay que olvidar que en el fondo se trata de protestar. Ya lo dijo ayer Sabas: "Intentamos borrar las pintadas lo antes posible" y, para ello, pidió colaboración. "Es importante que nos ayuden los vecinos, que nos avisen, porque es muy difícil pillarles haciendo pintadas". La recompensa es una ciudad más limpia.

El pasado año los servicios municipales borraron y limpiaron un total de 3.014 pintadas, que ocupaban 81.895 m2, y retiraron 8.784 carteles y pancartas, que cubrían una superficie de 98.513 m2. En definitiva, el equivalente a 145 piscinas olímpicas, aunque una superficie menor que la ocupada por las pintadas, los carteles y las pancartas retirados en 2008.

A Sioux le están acotando. Cada vez hay menos superficie pintada en Bilbao, lo que para Sabas es reflejo de que la política de insistir en el mensaje a favor de mantener limpia la ciudad "ha surtido efecto". En los últimos cinco años, ha disminuido casi a la mitad la superficie de grafitis en la ciudad.

Así que Sioux está en peligro de extinción, porque Bilbao no parece dispuesta a dejarse embadurnar por más tiempo.