TERUEL existe, sí. Ciudad del arte mudéjar y capital medieval con alma de pueblo sencillo, es famosa por sus amantes, que cuentan con un mausoleo propio, sus emblemáticas torres, la escalinata del Óvalo y la belleza de su catedral, especialmente de su techumbre, aunque cualquiera de sus calles empinadas rezuma historia y arte.

Teruel recibe al visitante con un exultante sabor medieval, que se expresa en cada rincón, calle y edificio, especialmente de su casco histórico. Y a cada paso te sorprenderá su impresionante legado artístico, ya que muchos de sus edificios ofrecen las máximas expresiones del arte mudéjar en el Estado.

Basta con alzar algo la vista para disfrutar de las torres del Salvador, San Pedro y San Martín. Esta última, ligeramente inclinada, es Patrimonio de la Humanidad y se edificó en el siglo XIV, durante el esplendor del Reino de Aragón.

¡Y qué decir de la belleza de su catedral de Santa María de Mediavilla! De planta cuadrada, su torre presenta tres cuerpos y un remate octogonal. El cimborrio, por su parte, es un octógono que presenta ventanales ajimezados con motivos renacentistas aunque la visión que arranca la sorpresa generalizada es la de su techumbre. Considerada la Capilla Sixtina del Mudéjar, su abundante decoración está hecha a base de motivos geométricos, heráldicos, vegetales, epigráficos y figurativos, constituyendo una enciclopedia de la vida medieval.

No todo es medieval en Teruel. También se pueden apreciar magníficos ejemplos de arquitectura modernista en la plaza del Torico, punto neurálgico de la ciudad, donde se puede probar el magnífico jamón local. De la misma época es la bella escalinata neomudéjar del paseo del Óvalo. Y no te podrás ir sin visitar la iglesia de San Pedro, sita en la antigua judería y con un magnífico ábside poligonal.

los amantes

Junto a San Pedro está el mausoleo de los Amantes de Teruel. Una visita guiada te lo explica todo sobre la desdichada vida de los Romeo y Julieta turolenses, Isabel de Segura y Diego de Marcilla, cuyos restos descansan juntos pero, siglos después, siguen todavía sin poder juntar sus manos.