El Ibiza siempre ha rendido a plena satisfacción, tanto de la marca como de la clientela. Lo corroboran los casi seis millones de unidades vendidas de las cinco generaciones, cada una mejor que la precedente, lanzadas desde 1984. Así que este último restyling, que modifica muchos pequeños detalles para que todo siga como hasta ahora, no es más que otra vuelta de rosca para fijar el buen rumbo.

Como ya queda dicho, la entrega actual minimiza los cambios externos y se centra en la regeneración de su interior, que estrena diseño y se pertrecha de moderno recursos tecnológicos. En el plano mecánico no hay grandes noticias, más allá de una leve evolución en la unión al suelo que mejora su ya impecable combinación de aplomo y reactividad.

La decisión de SEAT de prescindir de propulsores a gasóleo reduce el menú motriz del Ibiza a cuatro candidatos. La gama arranca con el bloque de tres cilindros 1.0 MPI de 80 CV asociado a caja manual. Continúa con mecánicas compartidas con el Arona. Una es la 1.0 TSI tricilíndrica de 110 CV, que da a elegir cambio manual o transmisión automática DSG. Además ofrece otro TSI de 1.5 litros, con estructura de cuatro cilindros, que entrega 150 CV; va provisto de cambio DSG de siete relaciones y de sistema de desconexión de cilindros para economizar gasolina y evitar emisiones. Culmina la oferta la interpretación 1.0 TGI de 90 CV, alimentada por gas comprimido, que emplea caja manual y disfruta de las ventajas de la etiqueta medioambiental Eco de la DGT.

El Ibiza se puede conseguir por menos de once mil euros. Para ello hay que compaginar los descuentos del fabricante (lanzamiento y financiación) y las ventajas de los planes gubernamentales.