-Aunque el mundo del automóvil parece abocado a una tediosa uniformidad, empujado por el pensamiento único que impone la utopía eléctrica y el monocultivo SUV, todavía hay versos sueltos que se desmarcan del discurso oficial. Uno de esos contestatarios es el CLS, creación en la que Mercedes-Benz subordina la faceta práctica a la puramente estética. La esbelta y sugestiva berlina de calidad constituye el paradigma perfecto del coche que se compra más con el corazón que con la cabeza. El constructor saca brillo a esta creación de 2018 por medio de un sutil restyling, que reconsidera su propuesta inicial retocando el semblante y la gama motriz. Sale al mercado en julio.

El CLS sigue siendo un alter ego del discreto, versátil y menos costoso Clase E. Su diseño mestizo de berlina y gran cupé seduce sobre todo a incondicionales de las formas sin grandes obligaciones familiares. No obstante, su estilizada carrocería de cinco metros ofrece cinco plazas y un maletero de quinientos litros.

La entrega a punto de ver la luz hace acopio de casi todas las innovaciones técnicas estrenadas por los últimos productos de la firma alemana. Eso supone situarse a la vanguardia del mercado.

El modelo comenzará planteando media docena de motorizaciones, algunas de ellas renovadas. Tres son diésel y tres de gasolina. El primer capítulo reúne dos versiones de cuatro cilindros, la CLS 220d (194 CV) y la CLS 300d (265 CV), esta última provista de sistema de hibridación ligera 48V que procura hasta 20 CV adicionales; completa el plante el CLS 400d, cuyo corazón de seis cilindros entrega 330 CV.

La oferta gasolina contempla las versiones CLS 350, CLS 450 y CLS 35, con potencias de 299, 367 y 435 CV. Las dos últimas cuentan con sistema de hibridación suave, que aporta 22 CV suplementarios. Las dos mecánicas diésel y gasolina bajas transmiten su energía a las ruedas posteriores. El resto equipa tracción integral 4 Matic+.