NO preocuparse tanto y sobre todo no preocuparse en balde porque la preocupación inútil causa ansiedad e impide disfrutar de las cosas que nos van bien en la vida. La psicóloga donostiarra Laura Vera es especialista en desactivar esos agobios y entrena a sus lectores en La preocupación inútil (Desclée). “La preocupación mantiene a la persona en el famoso ¿y si...? que no suele ser nunca para bien. ¿Y si esto falla, y si llego tarde y si no causo buena impresión?” “La esencia del libro que he escrito es hacernos reflexionar sobre la inutilidad de la preocupación porque nos hace daño. Entender hasta qué punto ese hábito tóxico nos quita energía mental y tiene un coste físico. La preocupación actúa como un mecanismo de nuestra mente para hacer frente a problemas y conflictos antes de que lleguen, por esta razón la preocupación no puede eliminarse del todo. Lo que sí podemos hacer es aprender a gestionarla correctamente”, aclara esta psicóloga a modo de coach.

La estrategia de estar en vilo parece que nos preparase para cualquier contrariedad, pero es falsa. “La preocupación aparece como una forma de afrontar una situación difícil aunque no haya llegado. Es una especie de entrenamiento pero no podemos caer en la trampa mental de rumiar todo el rato pensamientos negativos”. Vera es consciente de que no es fácil adiestrar al pensamiento para que deje de dar vueltas siempre a lo mismo. “Tenemos que darnos cuenta que hemos caído en esa trampa mental. Por eso es necesario observar cómo pensamos cuando estamos preocupados porque nos suele llevar a deformar la realidad con reflexiones catastrofistas y exageradas, anticipando constantemente cosas que pueden salir mal”, declara.

Para dinamitar los agobios se requiere constancia. “Como se ha convertido en nuestro patrón habitual, desaprender eso y aprender a preocuparse de una manera más sana, cuesta. Si quieres querer tenerlo todo atado seguramente toleras mal la incertidumbre y te preocupas más y peor. Por eso hay que aprender a convivir con la incertidumbre y atar en corto nuestra atención para que esté centrada en el aquí y en el ahora porque cada vez que nos preocupamos la mente se proyecta al futuro y nos inquietamos por cosas que no sabemos si sucederán. Hay que pensar: Cuando llegue el problema si llega, ya lo resolveré. Todo parte de una reflexión profunda y ver de qué manera hacemos pequeños cambios pasito a pasito”, explica la psicóloga.

Pero no todos somos igual de sufridores. “Hay un perfil con más tendencia a preocuparse, personas planificadoras, perfeccionistas, con rasgos depresivos, personas inseguras y que se centran en el problema sin llevar a la práctica la solución”. Por ello aconseja algo imprescindible, relativizar y cambiar de perspectiva sin sobredimensionar una situación. Además Vera proporciona un recetario básico. “Lo primero que hay que entrenar es manejar la atención para estar en el momento presente y no dejarnos arrastrar por nuestra mente y que empiece a divagar. Para eso se pueden usar técnicas de respiración o meditación”, aclara. “También debemos preguntarnos cuál es nuestro grado de control de esa situación porque tenemos que aceptar y asumir que hay cosas que podemos controlar y otras que no. Y por último, debemos autobservarnos y ver cómo pensamos cuando estamos preocupados para dar la vuelta a esos pensamientos. Es importante tomar conciencia de la manera en la que nos preocupamos, detectar las señales y así gestionar correctamente esa intranquilidad”, sentencia.