El mundo de la gastronomía está acostumbrado a ofrecernos muchas novedades, caprichos y curiosidades para sorprender nuestro paladar.

En una época en la que el consumo de fruta está ganando terreno como fórmula saludable de alimentación ha resurgido una variedad que supone una exclusividad y un capricho no apto para cualquier bolsillo.

Se trata de la fresa blanca o pineberry, una variedad de la fresa común que por su escasez y su grato sabor hacen de ella un alimento muy codiciado para cualquier amante de la fruta y de la alta gastronomía.

A diferencia de la fresa común, y como su propio nombre indica, es de color blanco y las semillas exteriores son rojas, lo que le confiere una especial vistosidad.

Esta variedad de fresa blanca con semillas rojas es extremadamente dificultosa de cultivar, por lo que su precio es muy elevado. Según dicen los que la han probado, su sabor es semejante al de una mezcla entre la fresa y la piña tropical y se intensifica cuanto más madura es la fruta.

Sus orígenes se ubican en Chile y su nacimiento surgió gracias al cruce accidental de dos especies de fresa, la Fragaria virginiana y la Fragaria chiloensis. Empezó a producirse de forma extensiva a principios de este siglo.

A pesar de su exotismo, sus aportes nutricionales son los mismos que los de cualquier otra fresa. Es rica en vitamina C (potente antioxidante, responsable de sanar y reparar tejidos e imprescindible en la absorción del hierro), es una buena fuente de fibra (indicada, sobre todo, para personas con estreñimiento), contiene vitamina A (buena para la piel, los huesos, el pelo y la vista) y favorece el sistema inmunológico. Ayuda también a la digestión y protege los dientes.

Es muy demandada en países como Japón, donde es conocida como shiroi houseki o joya blanca. Su precio explica este apodo, ya que una escogida y selecta docena de estas fresas blancas, que son más pequeñas que las rojas y suelen medir entre 15 y 23 milímetros, puede costar hasta 60 euros.

En los invernaderos de Huelva, paraíso español de la fresa, ya se está empezando a cultivar esta variedad. No obstante, no alcanzan estos astronómicos precios porque el mercado local no las demanda tanto y no se pueden comercializar a estos precios tan altos. Además, las fresas de Huelva no pueden llegar aquel mercado por lo perecedera que es esta fruta. Los japoneses, país que paga a precio de oro ese capricho, cultivan su propia variedad y están importando ya desde la cercana China.

De momento por estos lares aún no se han llegado a pagar estas barbaridades, pero todo se andará. Sobre todo mientras haya bolsillos dispuestos a pagar lo que sea por un producto exclusivo no por su valor gastronómico o culinario, sino por el ansia de destacar o presumir.