EL acordeón le reía a carcajadas y lloraba con nostalgia entre sus manos. Les hablo del hijo de Larrabetzu, Josu Loroño, viejo maestro en el arte de domar los vientos, en el manejo del acordeón. Centenares de músicos de Bizkaia le recordarán siempre que desplieguen el fuelle de sus acordeones y suenen las primeras notas. No en vano, el maestro Josu Loroño fue fundador de la Orquesta Sinfónica de Acordeones de Bilbao y profesor de varias generaciones de músicos. “Fue una leyenda”, silban los vientos.

Su pasión por el acordeón comenzó en la década de los cincuenta. Era un instrumento poco conocido entonces y más ligado a la música popular que a la sinfónica. El primer concierto de la orquesta sinfónica de acordeones de Bilbao, que dirigía Josu, fue en Miraballes, un 22 de noviembre de 1963, el mismo día que mataron a John Fitzgerald Kennedy.

En una mezcla digna de los mejores pubs de cóctel del mundo, Loroño proyectó su amado instrumento a lo más alto de la música culta y ofreció centenares de conciertos en España, Alemania, Francia y Polonia. Desde los clásicos como Mozart, Beethoven, Rossini, Chaikovski, Verdi, Schubert, Bizet, Strauss, pasando por distintos géneros y estilos muy diferentes, hasta zarzuela, música francesa, popular y sinfónica vasca, con Guridi y Sorozabal al frente. Todo le apasionaba. Era la mismísima música corriéndole por las venas.

Cuánta pasión sentida, cuánta emoción vivida. No en vano fue un gran amante. Me explico. Gran amante de su pueblo y defensor de su idioma, el euskera. Se consideraba un idealista, enamorado del siglo XIX. Idealista pero a la vez un trabajador infatigable que no dejaba nada al azar, y consideraba que la inspiración, a la que atribuía sólo un 10% del éxito, sólo llegaba en horario de oficina, a pie de obra en el trabajo.

La historia lo cuenta con méritos reconocidos más que con dulces palabras. En 1980 le fue concedida la dispensa de titulación para la enseñanza del acordeón superior por el Ministerio de Educación. Apenas ocho años después, Josu Loroño fue homenajeado por la Diputación Foral de Bizkaia y diez años después, en el año 1998, el Ayuntamiento de Bilbao le rindió otro homenaje por su trayectoria artística en la Villa de Bilbao. Yendo aún más allá, cabe recordar que una estatua de bronce elaborada por la artista Lurdes Umérez en homenaje al creador de la Orquesta Sinfónica de Acordeones de la villa, con motivo del 50 aniversario de esta entidad musical, respira en el parque de Doña Casilda.