fUE un visionario certero al mirar hacia el futuro y un vanguardista inolvidable mientras construía el presente, la actualidad de la primera mitad del siglo XX en Bilbao, donde dejó una huella imborrable. Ricardo Bastida provocó que medio Bilbao alzase la vista al cielo para regodearse con sus construcciones, siempre singulares. Quienes conocen las tendencias detectan un espíritu modernista en sus edificaciones y existe un consenso unánime al considerarle como uno de los padres del Bilbao de las grandes magnitudes. No en vano, su conferencia El problema urbanístico de Bilbao, pronunciada en el salón de las antiguas Asociaciones de Arquitectos e Ingenieros de Vizcaya, diseñó lo que sería el futuro proyecto del Gran Bilbao. No son pocos los expertos quienes hablan de un plan de extensión de la capital vizcaina hasta la desembocadura del Abra, proyecto visionario que derivaría en la actual área metropolitana.

Cuentan las crónicas de antaño que en 1905 ya firmó como arquitecto municipal uno de sus primeros proyectos que le dio alas en la ciudad: la nueva Alhóndiga. Dos años después fue nombrado arquitecto jefe de Construcciones Civiles del Consistorio, función que desempeñó durante dos décadas participando en los proyectos de ensanche y ampliación de Bilbao. Su rúbrica aparece, entre otros, en el parque de Doña Casilda o en la restauración de la catedral de Santiago, por citar dos lugares singulares.

Pongamos a la vista su capacidad de imaginarse un nuevo Bilbao antes de la Guerra Civil. En 1925 presentó los planos del proyecto Enlaces de Bilbao con los pueblos colindantes con idea de centralizar autobuses y vías férreas en una sola estación en Abando, así como unir Bilbao con Asua a través de un túnel que atravesara Artxanda. La historia se encargaría de ir cargándole de razones.

Su voracidad en pos del progreso le llevó a estudiar los más modernos sistemas de puentes móviles. Visitó Detroit, Chicago y otras ciudades norteamericanas, experiencia que le sirvió para proyectar y dirigir la construcción de los puentes móviles situados frente al Ayuntamiento bilbaino y en Deusto y se le reconoce la autoría de los lavaderos de San Mamés, Castaños, Iturribide y Elejabarri; el cine Olimpia, las colonias de Sukarrieta, el Instituto Central, el grupo de viviendas de Torre Madariaga en Deusto, el puente de Deusto, el Sanatorio de Niños Tuberculosos de Santa Marina y la reforma del Banco de Bilbao en la Gran Vía de Madrid en 1952 . Murió en Bilbao un año después.