s una conquista social que avanzó con el paso de los años para facilitar la vida de los seres humanos civilizados. Les hablo de las mutualidades, cuyos antecedentes se remontan tiempo atrás, como si fuesen los antepasados de la economía social. Paul Lambert, estudioso del cooperativismo, resaltó en su libro La Doctrina Cooperativa, las asombrosas analogías entre ciertas instituciones con esquemas colectivos de la Antigüedad y de la Edad Media, con las cooperativas de nuestro tiempo.

Las confraternidades de sepultura y las de seguros en Grecia y Roma; las lecherías comunes en Armenia; las sociedades de arrendamiento de tierra en común en Babilonia; los collegia funeralitia de artesanos de la antigua Roma; las confraternidades de drenajes, riegos y construcción de diques en Alemania; los ágapes de los primeros cristianos como formas cooperativas; las organizaciones agrarias y de trabajo entre los pueblos eslavos; el mir entre los rusos; los artels de pescadores y cazadores de la antigua Rusia; la zadruga de los serbios; las queserías de los armenios y de los campesinos europeos de Los Alpes, del Jura y del Saboya; las conocidas Fruitières du Jura en Francia consideradas verdaderas cooperativas de colecta y transformación de derivados de leche; las sunedrias y hetedrias griegas y las asociaciones de ahorro y Guildas medievales de artesanos y trabajadores por oficios, que en su momento fueron semillas de mutualismo; y otras como los equipos de construcción que recorrían Europa en la época de las catedrales o compagnons; las cofradías, hermandades de socorro y montepíos.

Permítanme tan detallado recuento ahora que la crónica se detiene a la altura del número 26 de la calle Henao, donde hoy en día se sitúa Mutualia, una empresa que nació el el 1 de enero de 2006, fruto de la integración de Mutua Vizcaya Industrial, Pakea y La Previsora, entidades históricas con más de 118 años de historia. Con esta fusión Mutualia se convirtió en la principal mutua de Euskadi con una cuota de mercado superior al 42% de la población trabajadora de esta comunidad. Palabras mayores.

Miremos por el retrovisor, ahora que estamos relajados en un espacio con un jardín delantero adornado con palmeras que recuerdan los tiempos de los indianos de aquel ensanche. ¿Qué vemos? Sabemos que antaño allí se situó la vieja clínica San José, que tuvo su peso en aquel Bilbao emergente. Bajo esa sombra puede escucharse los orígenes más concretos de las mutualidades. Nacen a mediados del siglo XVIII en Inglaterra donde pequeños grupos de personas adquirían el compromiso de soportar en común los gastos por enfermedad o entierro de sus miembros. La Ley de Rose de 1793 dio el primer estatuto a las mutualidades. En Francia las sociétés de secours mutuels (sociedades de socorros mutuos) se encontraban fuertemente establecidas en la última mitad del siglo XIX pese a la oposición del Estado. En Alemania la intervención del gobierno y los historicistas propició que los empresarios aceptasen las kassen.

Otras expresiones mutualistas han sido las cooperativas de crédito surgidas entre inicios del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX en Europa, las mutuales en Argentina y algunos otros lugares de Hispanoamérica, las credit union en Estados Unidos. Las mutuas están emparentadas con el cooperativismo y con las actuales entidades de microcrédito y de banca ética. La aparición de la seguridad social estatal hizo temer por el futuro de las mutualidades, pero se ha logrado la convivencia.

Miremos la película en blanco y negro. El comienzo real de las actividades de la Mutua Vizcaya Industrial tuvo lugar el 1 de octubre de 1900, en locales arrendados al Centro Industrial de Vizcaya. El primer obrero siniestrado, a primeros de noviembre de 1900, fue un empleado de Federico Echevarría que percibió la mitad del jornal diario (1,5 pts.) hasta que se recuperó, con un total de 9 pts. además de abonar los gastos de médico y farmacia. Hasta el 31 de diciembre de 1900 la Mutua abonó a los 26 obreros heridos en accidentes unas 200 pesetas de indemnización, con unos gastos en asistencia médica y farmacéutica ascendieron a 507 pesetas.

En los años sesenta, con el incremento de la actividad industrial, también aumentó la actividad de las empresas mutualistas, por lo que el edificio de Ercilla, ampliado en los años 40, quedó otra vez pequeño. Era un crecer continuo que se vio en la necesidad de expandir sus alas para hallar respuesta.

Así, en 1975 se fusionaron dos mutuas. La Mutua Industrial de Vizcaya fundada el 18 de febrero de 1959 y La Mutua de Vizcaya. Esta aportaba sus oficinas y clínica de Ercilla 10, junto con su red de dispensarios periféricos, que superaba la decena. La Mutua Industrial aportó sus dispensarios y sus locales de Iparraguirre 15, que se quedaron pequeños en no mucho tiempo. Esto derivó en otra necesidad de expansión y en 1989 se trasladaron definitivamente al edificio de la antigua Clínica San José, en Henao 26, donde centralizaron las oficinas y pequeños servicios auxiliares de la cercana clínica.

Hoy el edificio mantiene un elegante porte compartido con otros de la propia calle Henao. No en vano, en el número 9 estuvo el inmueble situado en la esquina de Henao con Ercilla, que fue sede de la Cámara de la Propiedad Urbana y que lucía una placa exterior indicativa de haber sido el primero en construirse en el Ensanche tras la aprobación de su plan urbano en 1876.