Judas Iscariote llega una hora tarde a nuestra cita en una terraza de la zona, en Santutxu. "Perdona, peros es que siempre como en la higuera y se me pasan las cosas", se excusa.Con la barba rala, sandalias de cuero, vaqueros sin marca y una americana desestructurada sobre una camisa de rayas con cuello mao, cualquiera lo podría confundir con Pablo Iglesias. "Prefiero no hacerme la coleta por eso. Cierta ocasión, en Madrid, una señora mayor me llamó Judas por la calle. Pensé que me había reconocido. Y no, es que me confundía con Iglesias. Era Carmena", relata el apóstol número trece. "Me cae bien ese tipo, le veo potencial. Ahora que, mi gallo, un tipo con que ese si que tiene un par, es Toni Cantó. Estilazo y cuajo para llegar a ser un grande de lo nuestro", añade. "Perdona, pero es que siempre como en la higuera y se me pasan las cosas", se excusa.

La anterior ocasión en la que entrevistamos a Judas de debió a la gira de presentación de su primer libro de autoayuda. Esta vez viene con motivo de un ciclo de conferencias en las que se defiende la necesidad de la existencia de los tránsfugas. "Nosotros conseguimos que las cosas sucedan y los acontecimientos vayan por su sitio. Qué sería del mundo sinlas tránsfugas", apunta.

Señor Iscariote ¿Qué tal lleva el tema de la pandemia?

—Regular. Yo, por cuestiones de trabajo, necesito susurrar a los oídos de la gente y, con tanta mascarilla, ya me contarás. Además, mi medio natural son los saraos. No hay nada como un buen sarao, con su champancito y su caviar, para urdir un complot fetén, montar una traición, ya sabes, lo mío. Y ya no se organizan fiestorros por culpa del puñetero coronavirus. Pedí a la mutua el certificado de afectado económico por Covid-19. El negocio ha bajado mucho. Puedes creerme.

Puedo creerle? ¿Por qué me guiña el ojo?

—Perdona. Es la costumbre.

¿Podría realizar su labor con los apóstoles en estas circunstancias?

—Podría porque soy un profesional. Pero sería una lata. Piensa en la Última Cena, por ejemplo. A ver quién es el guapo que encuentra una mesa para trece en un restaurante con estas restricciones. Me veo reservando tres mesas de cuatro y dejando a un pringado en la barra. Fíjate, en ese contexto, el número que tendría que montar Jesús para aquello tan famoso de bendecir el pan y lo demás. Los de las otras mesas no se hubieran enterado. Y con el discursito de "uno de vosotros me traicionará", todos pensarían en el pringado que le ha tocado la barra, que fijo que hubiera sido Juanito.

Todo muy complicado.

—Figúrate. Y saliendo antes de las ocho para no meter en un lío al del restaurante. A las ocho y cinco se presentan los legionarios a levantar acta, Ya sabes. Después está el tema de la transcendencia. ¿Cuántos grandes maestros han pintado la última cena? Docenas. Piensa en Leonardo da Vinci dibujando la suya con nosotros repartidos en tres mesas de cuatro; eso no es una última cena con sus retratos psicológicos y la trastienda de la relación del grupo. No señor. A Leonardo le hubiera quedado un campeonato de mus. La diferencia es mucha.

Veo que ha reflexionado usted a fondo.

—Soy un titán de la reflexión. ¿Y qué me dices de la vigilia en el huerto de los olivos? Imposible. Todo chichirimundi en casa a las diez de la noche. Los legionarios se hubieran tomado lo del huerto por un botellón y nos crucifican allí mismo sin excepción. A pelo.

Una faena.

—Y gorda. Bueno, otras representaciones que perderían mucha fuerza serían las del prendimiento. Mi momentazo. Ahí voy y le marco un beso a Jesús en plan fan de la Pantoja. Eh, ponnos mascarillas a todos y a mi dándole con el puñito en su puño, como saludamos ahora. O con el codo. Queda ridículo. Me dirás que no.

Nada que ver.

—Y luego está el impulsivo de Simón, que Jesús le puso Pedro de alias, que las liaba de a kilo. Siempre estaba igual: venga que nos hacemos un simpa, venga que le meto a ese romano bocas€ En el prendimiento, Simón tira de chaira y le corta una oreja a un romano. ¿Qué culpa tendría ese hombre que no hacía más que cumplir con su trabajo? Y, lo que es peor ¿de dónde se iba a sujetar la mascarilla sin una oreja?

Hombre, venden unos chismes en los bazares chinos que te sujetan la mascarilla a la nuca. —No había bazares chinos en Judea en aquella época. Ojo, que eso no es lo más gordo. Luego va Jesús, le toca la herida de la oreja y se la cura. Mal. Le tenía que haber tocado un ojo y haberle arreglado la vista. Porque ese romano usaba gafas y el resto de la vida anduvo con las gafas torcidas al quedarle una patilla colgando.

Una tragedia. Tenemos que terminar. ¿De qué tratan sus conferencias?

—De la importancia del transfuguismo. El transfuguismo lo inventé yo y espero que el Vaticano me nombre algún día santo patrón de los tránsfugas. Mire, sin nosotros, el mundo no sería igual. No habría cristianismo si yo no hubiera entregado a Jesús. La Liga no sería tan potente si Figo no hubiera fichado por el Madrid estando en el Barça. Si Bruto no hubiera apuñalado a César, el divino calvo hubiera llegado a ser un pérfido emperador más. Sin Tamayo, jamás Esperanza Aguirre hubiera sido presidenta de Madrid.

Hombre, se le ve a usted el plumero.

—Suena parcial plantear que Esperanza Aguirre fuera algo positivo y que tuviera que suceder.