Zoom cotiza en bolsa45.000.000.000 dólaresBanco SantanderIberdrola Inditex servicio de videoconferencias

Zoom es una herramienta que ha permitido a las universidades seguir dando clase, a las empresas mantener reuniones y a las organizaciones civiles trabajar en su día a día. A nivel familiar, sus cuarenta minutos de videollamada gratuita se han convertido en el tiempo estándar dedicado al encuentro. Un tiempo escueto, pero que genera esa sensación de "vayamos al grano".

Pero aún muchos y muchas se preguntan cómo Eric Yuan (fundador de Zoom) ha conseguido este éxito en medio de un mercado saturado de soluciones como Skype, WhatsApp, Microsoft Teams, Google Meet, etc. La explicación parece que apunta a dos elementos básicos que en el mundo tecnológico se suelen olvidar: facilidad de uso y reducción del retardo. Zoom fue creada para facilitar su utilización, en un mercado de soluciones de videoconferencias en el que la gente sufría cada vez que tenía que hacer una. Desde el comienzo peleó por tener una latencia -tiempo dedicado al intercambio de una comunicación- inferior a los 150 milisegundos. Es una cifra importante, dado que marca el punto a partir del cual las conversaciones empiezan a parecer poco naturales (tardamos en pestañear 400 milisegundos).

300 millones de participantes

Zoom tenía en diciembre 10 millones de participantes en reuniones todos los días. En abril, tiene 300 millones. Durante la pandemia ha sido la aplicación más descargada, por encima de otras de Google o Whatsapp. Ha superado también a TikTok. Y, se ha convertido, de facto, en la solución estándar para las videconferencias. En el kleenex de su categoría; ya hay mucha gente utilizando su marca para referirse a la acción de mantener un encuentro en esta era de presencialidad remota del día a día (saludar a la familia, mantener reuniones de trabajo, etc.). Si el teletrabajo se implanta para determinadas tareas en el mundo poscovid-19, es probable que este tipo de soluciones sigan ganando terreno.

Sin embargo, los éxitos en esta era tecnológica no suelen ser ajenos a determinados riesgos que a veces hay que correr. Y parece que Zoom corrió algunos en términos de privacidad y seguridad. Supimos hace unas semanas que parece que enviaba datos a Facebook o compartía datos de perfiles de LinkedIn sin permiso de los usuarios. También se supo que algunas conversaciones eran soportadas a través de servidores en China. Algunos países (Canadá y China), así como destacadas compañías (NASA o SpaceX por ejemplo) vetaron a Zoom. También sufrió ciberataques, actos muy propios al éxito en esta era digital. Otro término que nos dejará para la historia esta pandemia es el zoombombing; esa terrible moda de colarse en reuniones virtuales que hayan sido públicamente organizadas (como si nos coláramos en salas de reuniones de cualquier edificio). La diferencia aquí es que si se hace de manera masiva y organizada, en el marco de un ataque cibernético, puedes llegar a echar por tierra dicha reunión. Todos estos hechos han hecho bailar la cifra de valor en bolsa de Zoom en hasta 7.000.000.000 de dólares. Los problemas de privacidad y las vulnerabilidades se pagan caro en el mundo de las tecnologías digitales.

Esta historia nos recuerda que las cuestiones de privacidad y respeto de los derechos fundamentales tienen que ser considerados desde el diseño de una solución. Pensar en la facilidad de uso de una solución parece crítico; pero también la convivencia de los humanos y las máquinas. No solo la ciudadanía lo demanda, quizás pronto también los inversores.

Si el teletrabajo se implanta para determinadas tareas en el mundo poscovid-19, es probable que este tipo de soluciones como Zoom sigan ganando terreno como lo ha hecho durante la pandemia