- La videoconferencia resulta complicada por el retardo de Trump. Me refiero a la tardanza de la señal en regresar desde el otro lado del Atlántico. Por eso, a menudo, la repregunta se solapa con el final de la respuestas y viceversa. Pero le da lo mismo al inquilino de la Casa Blanca. “Desde que empezó esta crisis no salgo del jodido Despacho Ahuevado. Además, han cerrado todos los clubes de bailarinas de barra de Washington. ¿Te lo puedes creer? ¿Es justo esto para un hombre que paga casi todos sus impuestos? ¿Eh? Tomarse un buen pelotazo de leji-tónic mientras ve cómo las chicas se ganan unos dólares honradamente con su baile es algo que ya no puede hacer en esta ciudad un buen estadounidense padre de familia. La genuina cultura americana se está hundiendo por culpa de esa panda de guays de Nueva York y San Francisco: feministas, vegetarianos y amigos de los mexicanos. Pero ya me voy encargar yo de esa recua de comunistas, ya. ¡¡America first, cagüenros!!”

Trump es como una vieja motoazada de las que se guardan en el garaje. Es feota, suena raro y cuesta el encendido; pero una vez que arranca no hay cristiano que la pare. Pensándolo bien, Donald recuerda a una especie de Jesús Gil anaranjado, con peluca y hablando inglés con el mismo masticado con el que Gil hablaba castellano.

—Así que es usted de la cadena D.I.A. Me alegro mucho.

No, no. De DEIA. Es una palabra en euskera.

—Anda, creía que era D.I.A. Como los grandes medios de comunicación tienen esa manía de ponerse nombres con letras, tipo: A.B.C, B.B.C, C.N.N... Creía yo que D.I.A era igual. Da lo mismo, yo trato de manera idéntica a todas las televisiones, vengan de Euskera o de donde sea . Salvo a las mexicanas, claro. Les tengo un paquete a los chicanos que bueeeno...

Comprendo. Vamos al grano. ¿Qué tal llevan lo del coronavirus en Estados Unidos?

—Debo reconocer que fatal. Estoy muy-muy decepcionado. En varios ratios nos sacan ventaja países europeos como Italia e incluso alguno de centroamérica como España. Mi máxima es America First. Y no pararé de decir y hacer tonterías, como aparecer continuamente en la tele sin mascarilla, hasta que seamos los primeros también en coronavirus. En cualquier tema que esté de moda seremos los números uno, ese es mi compromiso. Y punto.

¿Se arrepiente de aquello de las inyecciones de desinfectante?

—¿Arrepentirme yo? Antes le pego fuego a la Estatua de la Libertad, esa que está en medio del río en Chicago, por muy símbolo que sea de Norteamérica. Jamás me he arrepentido de algo. Aunque tengo que reconocer que las inyecciones de desinfectante no son lo más eficaz para combatir el coronavirus. Es mucho mejor la lejía por vía oral. A mí, a palo seco me raspa un poco. Pero con tónica va como la seda. Yo me arreo un pelotazo de leji-tónic todas la mañanas. Le añado un par de hielos y unas gotitas de lima verde, que lleva vitamina C. Nada de frutas, hierbas y todas esas chorradas que se han puesto de moda últimamente. Esas moderneces le van al pijo de Obama. Es verdad que con tanta lejía me está bajando el color del careto y se me pone el pelo blanco, pero todo sea por la salud. Por cierto, mi médico me ha dicho que también van muy bien las pastillas para el lavavajillas por vía rectal, en plan supositorio. No hace falta que sean las que llevan función cera para el brillo. Las normales valen.

Resulta un poco chocante. ¿Está seguro de que su médico no es del Partido Demócrata?

—Seguro que no. El doctor Mabuse ha trabajado con todos los presidentes republicanos. Se encargó de la cirugía estética de Nixon, los reflejos de Reagan, la dicción de George Bush y el problema de las mentirijillas de Bush Jr. Y los resultados están a la vista. ¿Por qué razón debiera dudar?

Si está usted convencido, nada que objetar. ¿Qué temas encabezan su agenda en este momento?

—Mis prioridades son la vacuna contra China y declarar la guerra al coronavirus. ¿O era al revés? Tengo tantas cosas en la cabeza que a veces me lío. Mira, una vez iba tan a mis temas de ser el hombre más poderoso del mundo que me dejé el maletín nuclear en el retrete de una tasca de Tonton Town, en Carolina del Norte, que me pidieron que diera el pregón de fiestas. Vaya disgustazo, chico. Como se le ocurra tirar un par de pepinos al Kim Jong-un en este momento, me pilla descalzo, pensé inmediatamente. Y, peor, me chafa las fiestas de Tonton Town. Menudo ambientazo.

¿Qué sucedió?

—Me dieron otro igual en el Pentágono y me mandaron copiar cien veces No soltaré más el maletín nuclear de la casa Blanca. En ocasiones me llena de inquietud pensar que mi maletín nuclear es de palo, como de la Señorita de Pepis, no sé si me entiendes. Pero me tomo un leji-tónic y se me pasa la sospecha.

God Bless America.