La mayoría de las ciudades del planeta cuentan con planes para una transformación paulatina que denominan algo parecido a Plan 2030, hacia la ciudad del futuro. Pero ya no hay tiempo, no podemos hablar del futuro, tenemos que hablar de la ciudad del presente y lo tenemos que hacer lo más rápidamente posible. Lo complicado va a estar en cómo casar pandemia, ecología, calidad de vida y economía.

Un buen ejemplo lo tenemos en las cifras de la contaminación. En todas las ciudades la calidad del aire ha sufrido una mejora impresionante, los niveles de contaminación se han reducido de forma drástica y todo apunta a que los ayuntamientos van a querer mantener estas cifras de ahora en adelante. Pero la otra cara de la moneda es que hemos tenido que guardar nuestros coches en casa porque no podíamos ir a nuestros puestos de trabajo. Ya no nos hacía falta el vehículo privado, ya no tenemos que comprar coches, ya no hace falta cambiar ruedas, ya no necesitamos una fábrica de neumáticos, han cerrado mi fábrica, ya no tengo trabajo y nuestro nivel económico está por el suelo. Que complicado mezclar salud, calidad de vida y economía.

La tecnología nos puede ayudar a empezar a modificar los hábitos y costumbres que nos guíen para tener una ciudad post-pandemia. Durante años las fábricas estaban junto a los lugares donde residían sus trabajadores. Un buen ejemplo es toda nuestra margen izquierda, en las que los hornos y las viviendas tenían una cohabitación imperfecta pero necesaria.

Hoy en día los centros de trabajo están lejos de nuestras casas y el transporte se hace totalmente necesario. De pronto, el transporte público no es una buena idea y tenemos que recurrir a conducir de nuevo nuestro coche y además con una sola persona, se nos olvida la idea de compartirlo. La bicicleta parece una buena solución, pero imagina que tardas tres horas en ir y otras tres en volver a casa. Tenemos que pensar en una nueva forma de desplazarnos para todas aquellas personas que no tengan las posibilidades del teletrabajo. El parón artificial que tiene el Coche de Google nos está impidiendo ver lo que puede suponer para una ciudad un flujo constante de vehículos, que no necesitan ocupar una plaza de aparcamiento, porque se encuentran en constante movimiento cargando y descargando pasajeros. Ampliamos aceras, ampliamos terrazas, creamos nuevos espacios de esparcimiento y ocio, sin necesidad de obligar a caminar si esto no es totalmente necesario. No estoy avalando el uso del vehículo privado frente a la bicicleta. Lo que propongo es que pongamos ya en las calles un vehículo estándar que puedan utilizar todas las personas, de todas las edades, de toda condición y sin preocuparnos de la lluvia, el frío o el viento.

Una de las primeras medidas del desconfinamiento es mandar a la gente a la calle a hacer deporte, cuando la primera medida tiene que ser mandarnos al trabajo y empezar a analizar cuántos se pueden quedar en casa gracias al teletrabajo, a qué distancia de las residencias se encuentran los puestos de trabajo y ver todo lo que podemos aprender de esto. El Big Data no son los datos, es la capacidad que tenemos para poder interpretarlos y en base a esas cifras empezar a mejorar las cosas. Ahora más que nunca es necesario estar conectados a la red y compartir la información de la forma en la que nos movemos, no para practicar el ocio, sino para llevar a cabo las tareas que harán que la economía vuelva a levantarse. La tecnología nos volverá a sacar de esto.