bilbao - En siete años, vividos bajo el mandato de dos presidentes, ha asistido a las transformaciones que han causado fenómenos tan distintos como la crisis económica y los atentados islamistas. Ha estrechado la mano de François Hollande y ha entrevistado a Marine Le Pen, pero mientras tanto ha viajado a Noruega para cubrir la matanza de Utøya, al Vaticano para informar de la dimisión de Benedicto XVI o a Sudáfrica para el funeral de Mandela, entre otras tareas fuera de Francia.

¿Ha llegado a dominar el idioma?

-Los verbos todavía no (se ríe), me parecen dificilísimos; pero me comunico bien y soy capaz de hacer entrevistas.

¿La Francia a la que llegó se parece a la que deja?

-Económicamente no acaba de levantar cabeza y está con el complejo de que se queda atrás respecto a Europa. Pero lo que más me preocupa es que llegué a una Francia de derechas con Sarkozy y me voy de una Francia todavía más de derechas aunque el presidente sea Hollande. Me da la sensación de que los franceses se han olvidado de todo lo que odiaron a Sarkozy porque el bluff que ha supuesto Hollande es más fuerte. A la vez, esto hace que haya Le Pen para rato y que elección tras elección el Frente Nacional bata su récord.

¿Entonces los franceses no votaron a favor de Hollande, sino en contra de Sarkozy?

-Más que socialismo, querían cambio. Podía haber sido cualquier otro candidato, como pasará ahora. La decepción con Hollande llevará a que gane la derecha. Es imposible levantar en poco tiempo la marca socialista que él ha empañado, por mucho carisma que tenga otro aspirante, si lo hay. Podría ser Macron, el ministro de Economía.

¿Las elecciones de 2017 se dirimirán entre Sarkozy y Le Pen?

-Marine Le Pen, sí; Sarkozy, no lo sé. ¡Ojalá que no!

¿Ve otro candidato posible en la UMP?

-Sí, Juppé; que según las encuestas es el favorito. Pero depende de cómo maniobre cada uno dentro del partido. Sea quien sea el candidato de los conservadores, yo creo que será el presidente.

El terrorismo, ¿no llevará a los votantes más a la derecha?

-Quiero pensar que Le Pen, que ha sido capaz de canalizar el descontento de muchos ciudadanos, ha tocado techo con el tercio del electorado que tiene. Los otros dos tercios se llevan las manos a la cabeza y piensan que la imagen de Francia no puede ser la que representa ella. Pero hay que reconocer que impone agenda con las barbaridades que dice, son ideas que van calando; y en los medios se le da muchísima coba. Es muy lista y no pierde la compostura.

¿Influirán las rencillas con su padre?

-Es muy mayor y los que le apoyan son cada vez menos, es ley de vida.

¿Y Marion, la nieta?

-Es un peligro porque quiere volver a los orígenes.

¿Quedan medios de comunicación de izquierdas?

-Sí, Francia tiene muchos medios impresos de izquierdas. En televisión es diferente porque es más espectáculo, pero también hay hueco para la crítica.

¿El periodismo se ha precarizado y deteriorado como en España?

-No tanto, aquí se ven condiciones laborales mucho peores. Los medios impresos también tienen problemas pero hay un ajuste menor.

¿Y la televisión pública?

-Tiene peso y prestigio y compite muy bien con las privadas. Ha tenido unos estándares de calidad muy superiores a los españoles, no tiene nada que ver. Hay reportajes en horario de máxima audiencia que tienen muchos espectadores y reputación y debates con participantes capaces de criticar al partido al que teóricamente apoyan. Pero, ¡ojo!, que igual se ve idealizado el panorama televisivo francés y hay privadas que hacen la misma basura que aquí.

Los últimos meses han sido muy difíciles por la sucesión de atentados islamistas. ¿Por qué en Francia, un Estado netamente laico, cuando el ISIS ha declarado la guerra a los cristianos?

-No hay que olvidar que Francia tiene la mayor comunidad musulmana de toda Europa. Y hay mucho gueto, en los alrededores de París mucha gente se siente ciudadano de segunda. Es una realidad, pero no quiero decir en absoluto que sea una causa.

Una cosa es quemar coches en la ‘banlieue’, pero desde los asesinatos de ‘Charlie Hebdo’ en enero de 2015 han pasado cosas terribles...

-¿Pero al final quién hace todo esto? Gente muy desesperada que no ve salidas a su vida. Que un día se mete en Internet y se deja influir por mensajes radicales. Como dijo el fiscal François Molins hace poco, antes creían que era alguien que compraba armas y explosivos y por ahí buscaban. Pero ahora puede ser cualquiera, una persona desesperada que se radicaliza en quince días.

También es un país con un valor simbólico...

-Claro. Y ahora está bombardeando al ISIS en Siria..

¿Los medios franceses han debatido si hay que dar menos detalles, si se deben publicar las fotos de los terroristas,...?

-Los medios españoles han dado cosas que no se han visto en los franceses, como cadáveres en el paseo de Niza. Allí hay mucho pixelado, mucho debate sobre los vídeos de propaganda... Todos los medios tienen claro lo que no se debe dar pero a veces alguno se ha pasado y el CSA (Conseil supérieur de l’audiovisuel) les llama al orden. Hubo una polémica muy gorda el año pasado con Coulibaly, que tenía en un comercio más rehenes de los que creía y hubo un medio que lo estuvo contando mientras se desarrollaba el rescate.

¿Un periodista que trabaja en Francia se había planteado que podía morir de forma violenta mientras cubría una información?

-Cuando estás trabajando no te lo planteas, no hay reflexión, lo haces después. Llegas hasta donde te deja pasar la Policía, es mi caso por lo menos. En el momento, sólo piensas en acercarte a la información.

El atentado de Niza y el sacerdote degollado en Normandía, ¿han sido un salto cualitativo?

-Han sido los dos casos en los que más se ha visto el enfado y la rabia de la gente, incluso la impotencia. La pregunta era hasta cuándo vamos a seguir contando muertos. A eso se suma que el primer ministro insiste en que el país sufrirá más atentados. Los franceses empiezan a ser conscientes de no que son actos contra los medios o contra una forma de ocio: ahora es en cualquier sitio, en cualquier momento, cualquier persona... No tiene que ser algo preparadísimo como lo del Bataclan, puede ser de la noche a la mañana.

¿Pueden trabajar los periodistas con la misma libertad?

-Los ánimos están muy caldeados y una de las televisiones 24 horas, BFM, está empezando a ir sin capucha en los micrófonos. Si les pasa a ellos, no quiero pensar qué le puede suceder a una cadena musulmana.

¿Cómo le han afectado todos estos atentados?

-Es duro que la gente llame para saber si estoy bien, que los amigos digan que han sentido miedo por primera vez o que no hay que salir de casa. Tras los atentados de noviembre, los locales han ido abriendo poco a poco y he tenido que cubrir la información. Recuerdo especialmente una ocasión, cuando estaba entrevistando a la gente que acudió a una reapertura. Hablando con esas personas, con una que yo creía que era una más que iba a dar ánimo, me dijo que me iba a contestar pero no como clienta de un establecimiento, sino como madre que había perdido allí a su hijo. Quería ver en qué sitios se movía, dónde celebraba su cumpleaños, qué era lo que estaba haciendo cuando murió... Todavía se me ponen los pelos de punta al recordar ese testimonio.