O sé si han oído hablar en alguna ocasión del acrónimo BNPL (Buy Now Pay Later). Lo podríamos traducir como Compre ahora y pague después. Es una práctica de pago muy extendida en algunas zonas del mundo. Especial y fundamentalmente en las compras on line. Ya saben que cuando llegó Internet y la práctica de comprar por dicho medio, muchas cosas cambiaron. La logística y los medios de pago vivieron las mayores transformaciones. De ahí que tanto en EE.UU. como en Europa, hayan nacido tantas empresas que apalancan su valor en apoyar los procesos de compra en Internet. Y de ahí que Amazon con el paso de los años haya pasado a ser prácticamente un operador logístico y Google o Apple, empresas con importantes intereses en los medios de pago.

Volviendo al BNPL, pudieran pensar que se trata de un método de financiación de préstamo al consumo tradicional. Sin embargo, el modelo es bastante más arriesgado: el producto se envía, es recibido por el cliente, incluso sin haber pagado la totalidad del mismo. En países como Brasil, por ejemplo, la compra por parcelamentos, hace que cualquiera que compre un producto, por ejemplo, de veinticinco euros, lo pague en cinco plazos de cinco euros. Evidentemente, sin intereses. El comprador queda satisfecho, lógicamente. Pero el vendedor también: reciben el pago completo por adelantado (pagando una buena comisión, eso sí, que puede llegar a ser hasta del 8%). ¿Quién asume el riesgo? El proveedor del servicio de pago. ¿Y quién se dedica a este tipo de métodos de pago? Empresas como Afterpay, Klarna, Affirm, Laybuy o Quadpay son firmas especializadas en ello. Otras más tradicionales como PayPal, Citibank, American Express o Visa ya se han adentrado en ello.

La cuestión es que esta cultura del pago fraccionado está no solo calando fuertemente en las generaciones de hasta cuarenta años, sino que además, está empezando a entrar con fuerza en Europa. Es lógico pensar que estamos hablando de operaciones que entrañan un mayor riesgo. Si finalmente el comprador no paga, ¿cómo se contabiliza esa deuda? Pagar por cuotas mantiene el nivel de consumo (todos felices), pero ese alivio de la presión financiera por parte del comprador, no tiene por qué necesariamente traer unos incentivos para cumplir con sus obligaciones.

De hecho, las agencias de calificación del riesgo ya han alertado que estas prácticas tan propias de nuevas generaciones y tiendas on line deberían hacernos replantear el concepto del riesgo. La deuda que generan las operaciones BNPL no suelen incorporarse en el expediente de crédito. Es más, se está considerando como un pago corriente de una compra-venta de un bien o servicio lo que en realidad bien podría considerar un pequeño préstamo. ¿Se comprueba quién compra y cuál es su histórico de pagos? Ya se imaginan la respuesta.

Hasta hace unos años, este método de pago era muy popular en artículos de gran valor. El propio precio de estos productos hacía que hubiera un sesgo en la compra. Sin embargo, si estamos hablando de una camiseta o de unas gafas de sol, es fácil pensar que cualquiera lo puede ver al alcance de la mano, y por lo tanto, tener la tentación de comprarlo. En Estados Unidos, por coger un ejemplo representativo, la empresa proveedora de estos pagos más conocida es Affirm. No cobra comisiones por demora en el pago y tampoco hace comprobaciones de créditos. Eso sí, son especialmente punitivos los recargos que van cargando al usuario si éste deja de pagar. Ahora bien, ya sabemos la cultura que tenemos por no leer estas condiciones. La popularidad del mensaje de “compra y ya pagarás” está por encima de todo.

La mitad de la Generación Z y de los millenials usa este método de pago. Todos y todas, por lo tanto, nacidas a partir de 1980. Este porcentaje cae a un cuarto cuando hablamos de generaciones previas. Creo que estamos ante el enésimo choque generacional provocado por alguna tecnología digital.

La cultura del pago fraccionado está no solo calando fuertemente en las generaciones de hasta cuarenta años, sino que además, está empezando a entrar con fuerza en Europa