NINGÚN triunfo supera, ni tan siquiera se equipara, a la victoria de los vencidos. El logro de Simon Clarke, que superó en los estertores a Van der Hoorn en un duelo al límite después de una aventura agonística entre los adoquines que tanto castigaron, es la conquista de la superación. El éxtasis del que no se rinde. El premio del que no ceja en el empeño. El australiano era un ciclista en paro cuando se disolvió el Qhubeka. Quería seguir. Entrenó a pesar de que carecía un dorsal para el futuro. Perseveró. A sus 35 años aún creía tener algo que ofrecer al ciclismo. En Arenberg, victorioso, lloró los recuerdos y la emociones que le guiaron a no dejarse llevar. No solo venció una etapa en el Tour para bautizar el palmarés del Israel, que le incorporó a última hora a su plantilla, Clarke hizo algo más grande: se ganó la admiración del resto.
“Quiero evitar parecer un pequeño perdedor dolorido y llorón, pero quiero que la gente sepa que no estoy listo para retirarme y todavía estoy buscando un equipo”, expresó entonces Clarke, que tocó varios puertas tratando de dar con un equipo que le quisiera. “Es importante que ponga la pelota en el bate”, dijo al inicio de la campaña en CyclingWeekly. Entonces, cuando ni siquiera podía imaginar que vencería una etapa del Tour, el australiano se explicaba. “Cualquier oportunidad de carrera que tenga, tengo que aprovecharla. He estado entrenando como si tuviera un programa de carreras completo para el próximo año y sé que puedo dar resultados”. No se bajó de aquella idea. En Arenberg lloró de alegría. Gloria para él.
La desgracia de Roglic
La miseria se instaló en el Jumbo, apedreado por la mala suerte. Roglic se cayó y perdió más de dos minutos. En la caída se dislocó el hombro. No es la primera vez que le pasa. Pidió una silla a un espectador. Se sentó, se agarró la rodilla y tiró fuerte para que el hueso vuelve a su sitio. Vingegaard también padeció. Sufrió una avería mecánica y le tocó perseguir. Cedió 13 segundos. Poca cosa para lo que pudo ser. Van Aert acudió al rescate. El líder sujetó el maillot amarillo después de sufrir una caída. “Ha sido un día de mierda. He decepcionado a mis compañeros al pasarme todo el día persiguiendo. No ha sido el día que esperábamos en Jumbo”, expuso el belga.