JUANA I de Castilla (Irene Escolar), es la legítima heredera al trono porque así lo quiso su madre, Isabel la Católica (Michelle Jenner). Pero su padre, Fernando de Aragón (Rodolfo Sancho), viudo de Isabel, y su marido Felipe el Hermoso (Raúl Mérida) se enzarzan en una feroz lucha de poder de la que Juana sufrirá las consecuencias.
Fernando no duda en promover en las Cortes de Castilla un edicto que certifique la incapacidad de Juana para gobernar. Felipe, por su parte, organiza en Bruselas un acto de coronación en el que la legítima heredera es ninguneada.
Tal es el afán de Fernando por mantener Castilla, que incluso busca una alianza con su eterno rival, el rey de Francia Luis XII, más proclive a Felipe. Además de sustanciosas compensaciones, el trato incluye un matrimonio, el de Fernando con la hija del soberano francés, Germana de Foix (Silvia Alonso), con la clara intención de engendrar un heredero para Aragón. La corte de Castilla ve en este movimiento una clara intención de separar los dos reinos, Castilla y Aragón, una traición a la voluntad de la reina Isabel.
También Felipe maniobra para que declaren a su mujer incapaz y la encierren lejos de la corte. El borgoñón desea reinar en solitario y está a punto de conseguirlo, pero una repentina y grave enfermedad acaba con su vida.
Fernando se hace cargo de la situación, pero Juana sigue siendo un estorbo. Finalmente, será recluida en Tordesillas, donde vivirá décadas hasta su muerte. Sólo al final de su vida, ya en el lecho de muerte, Fernando cumplirá los deseos de su esposa Isabel nombrando heredero de los reinos de Castilla y Aragón a su nieto Carlos, hijo de Juana y Felipe.
compromiso con la historia Jordi Frades, director de las series de televisión Isabel y Carlos, Rey emperador, es también el responsable de La corona partida. Afronta estos trabajos, ha señalado, como parte de las obligaciones que como narrador siente que tiene con la historia del país, y, en concreto en esta película, para cubrir el periodo intrigante y oscuro que discurre entre el tiempo contado en las dos series de televisión, es decir, entre la muerte de Isabel la Católica y la de Fernando el Católico.
Dice de La corona partida que es una película de actores, de interpretaciones, “en cuanto que es una película de textos, de diálogo, a la manera de El león en invierno (Anthony Harvey), o Macbeth (Roman Polanski)”. Visualmente -señala-, han querido sacar el máximo partido al formato panorámico, el más apropiado para lucir las impresionantes localizaciones en las que se rodó la película, las mismas en las que la historia tuvo lugar: Burgos, la Cartuja de Miraflores, la Catedral de Toledo, San Juan de los Reyes, y los campos de Segovia y Ávila.
Loca no, víctima Además del interés puramente histórico y divulgativo que los hechos tuvieron y que en sí mismos los hacían atractivos para convertirse en una buena historia cinematográfica, el valor dramático para el espectador proviene de los caracteres de los protagonistas. Fernando y Felipe son extremadamente ambiciosos, hasta el punto de que su ambición está por encima de los sentimientos hacia Juana hija y Juana esposa. Ella, ninguneada y abandonada, mantiene, sin embargo, su lealtad hacia ellos.
Precisamente es en la caracterización de ella donde los responsables de la película han querido aportar un punto de vista distinto al que hasta el momento nos ha llegado desde la pantalla. “No estamos ante una enajenada cuya enfermedad es fruto de los celos o de la locura de amor -ha señalado José Luis Martín, guionista de la película-, sino que estamos ante una víctima, víctima de su hipersensibilidad y de su pasión, víctima del acoso moral al que se ve sometida por aquel a quien ama apasionadamente y víctima de la veneración que siente por su padre, quien sin embargo la abandona”.