Dirección. John Stockwell. Guionista. Amy Sorlie. Reparto. Halle Berry, Olivier Martínez, Ralph Brown. Música. Mark Sayfritz. Fotografía. Jean-Francois Hensgens

SI acto seguido de ver una película no se reconoce en la sinopsis de la película, no se preocupe. Suele pasar. De hecho es algo normal. La sinopsis preparada para la prensa especializada dice de Marea letal, un título ya de por sí bastante explícito, que Sarah y Scott son un matrimonio que se dedica al estudio de los tiburones blancos, que tienen dos hijos gemelos, que en una de las expediciones Scott se niega a asesinar a uno de los tiburones y que Sarah se salva milagrosamente.

Pues, los actores principales no se llaman ni Sarah ni Scott sino Kate (Halle Berry) y Jeff (Olivier Martínez), pareja en la actualidad. Ni los gemelos aparecen en ningún momento, ni se desvela la verdadera responsabilidad de una de las incursiones mortales en la mar. Las sinopsis, los resúmenes de las viabilidades de un film o el acontecimiento que se quiere promocionar o sugerir, son un entramado extraño ante los ojos del público. ¿Qué cuenta realmente Marea letal? ¿La pasión didáctica, científica y emotiva de lo aprendido sobre los tiburones o la anticipación de un ocaso anunciado?

Marea letal decide plantear la película en el terreno de la capacidad del mar como territorio de indeterminación. Los tiburones, en este caso, son un atrezzo como podrían ser las langostas asesinas o las pirañas vegetarianas (no existen, no). En pocas películas de terror se llega a apelar hasta la extenuación la potencialidad de los tiburones (abarcan el 90% del debate conceptual; el resto de las conversaciones van en torno a las disputas de pareja). Conceptualmente, la película de Ang Lee (La vida de Pi) ha hecho más sobre las películas rodadas en la mar que las películas de terror al uso (o simple acción con efectos de terror). Enamora más ver un tigre de bengala en un territorio desconocido (el agua) que un tiburón en su hábitat natural. Y es que Marea letal, quiere deconstruir a su manera, el tiburón como animal depredador. Toneladas de fotogramas echadas al borde. Básicamente desde Tiburón, de Spielberg, que ideó una forma intrépida de presentir el miedo, y jugar con los resortes dramáticos de la música, el primer plano y el diseño artístico, las películas hechas bajo el agua han sido dificultosas o un desastre. Spielberg tuvo graves problemas con sus tiburones mecánicos; The Abyss, de James Cameron, fue una producción inabarcable y Waterworld, un gran fiasco. Entre otras razones por la ambición y la dificultad de gestionar el equipamiento técnico, tres veces más pesado que el de tierra. Todo acabó gracias a cámaras como la Canon 5D.

Los tiburones de Marea letal son cercanos, visibles y reconocibles como la película. Una vuelta de tuerca sobre la sensibilidad del patrimonio oceanográfico. Cada años 73 millones de tiburones son cazados para fines gastronómicos (las famosas sopas de tiburón) y según los científicos, el 30% de esa especie tiene potencial riesgo de extinción. Por eso mismo, tiende a sumergirse en el terreno de loa al tiburón, presentándolo como animal cercano, dispuesto a ser tocado y observado con sumo cuidado. Hasta que no se cumplen ciertas reglas.

La película iba a rodarse en EE.UU. pero el director John Stockwell decidió que la mejor zona del mundo era Sudáfrica, cuna del turismo de ballenas y tiburones. Y hasta ahí embarcaron. Halle Berry tuvo que aprender unas palabras sueltas de africaans y aún recuerda la singularidad del rodaje, lejos de las comodidades habituales. Asimismo, Olivier Martínez afinó su afrancesado acento inglés.

No esperen tener pesadillas, ni sumergirse en un mundo fascinante. Solo es un viaje previsible y provocador por parte de una pandilla de irresponsables bajo el instinto del tiburón.