BILBAO. Francesc Orella da vida a Ricardo Blach en Alakrana, una TV movie que recordará los 47 días de secuestro que sufrió en 2009 la tripulación del atunero vasco en Somalia. Su personaje es el patrón del barco y la historia que se cuenta a través de él es dura. Orella comentó a DEIA que ninguno de los marineros ha querido colaborar en el guión. La extensa hemeroteca ha servido para la película televisiva que ha dirigido Salvador Calvo.

¿Cómo es su papel?

Soy el patrón del atunero. Esta era su última salida, después se retiraba de los trabajos del mar. Es un hombre muy experimentado en la pesca del atún. Es un hombre de carácter tranquilo. Es contemporizador y reservado. Sabe muy bien lo que quiere, si hay que cargar el barco de atún y hay que salir de las aguas legales para buscar la pesca lo tiene claro. Digamos que es un hombre con las ideas muy claras respecto a su oficio. Tiene un carácter afable y el capitán (Miguel Ángel Silvestre) es más joven y más vehemente.

¿Ha sido duro el personaje?

El personaje en sí mismo no. Lo que eran duras eran las circunstancias en las que se encontraron los dos personajes. Estuvieron atados en el puente de mando durante bastantes días. El rodaje no es cómodo, pero nuestro oficio es adaptarnos. Ha sido un placer y un gusto grabar esta película.

En este proyecto televisivo no faltaba documentación.

Salvador Calvo estaba muy preparado con todo lo que había ocurrido. Además, el patrón del Alakrana hizo un diario. Fue el que habló con la prensa, el que habló con el embajador de España en Kenia. A diferencia del capitán, que no quiso hablar con nadie, este hombre sí que habló con los medios de comunicación.

¿Conocen a algún tripulante? ¿Han hablado con ellos?

No, ni yo, ni Miguel Ángel Silvestre, ni el director. Los tripulantes reales del Alakrana no quisieron saber nada de ese tema. No tuvieron interés en conocernos y tampoco en involucrarse en la película.

Quizá es que no querían recordar los momentos de ese infierno...

Posiblemente no estaban de humor como para revivir todo eso. Es lógico y comprensible.

¿Cómo surgió este papel?

Salva me llamó, es un realizador de Madrid que yo no conocía. Me había visto en cosas y me dijo que había querido contactar conmigo. Me comentó que tenía en marcha el proyecto de Alakrana y que había pensado en mí para el personaje del patrón. Tuvimos una reunión, llevó todo el material y enseguida vi en él a un profesional con mucho talento y las ideas muy claras de cómo quería contarlo a nivel visual y de interpretación.

¿Una grabación exigente?

En el rodaje, Salva Calvo me pareció un director exigente que no se conforma con cualquier cosa, es exigente y muy perfeccionista. Él fue el auténtico capitán del rodaje.

¿Quién tiene más peso en esta ficción, el capitán o el patrón?

Creo que está bastante compartido. El hecho de que el patrón fuera el que habló más con la prensa y el portavoz hace que tenga ciertas secuencias protagonistas. Pero en la película el peso está bastante compartido. Los dos están en la misma situación límite y dramática en la que estuvieron los personajes reales. Están en el puente de mando, separados del resto de la tripulación. A la hora de interpretar tuvimos bastante tela los dos, Miguel Ángel y yo.

¿Va a mostrar la ficción la dureza en la que viven los pescadores que faenan en el Índico?

Creo que sí. La miniserie es bastante fiel a la realidad. Está basada en lo que ocurrió y tiene un ritmo dramático, pero no traiciona los hechos reales. Hay documentación sobre lo que pasó. Por supuesto, que te das cuenta de cómo es la vida del pescador de aguas del Índico. Es un oficio duro y arriesgado. En el caso concreto del Alakrana y de otros barcos que cruzan aguas legales para pescar se la juegan. Esa es la responsabilidad que tuvo el patrón del barco en aguas somalíes. Está claro que la ficción refleja la dureza de esta profesión.

¿Dónde pone el foco la película?

No hay muchas escenas de la pesca del atún, la película va al grano desde el principio. En los primeros cinco minutos, ya tenemos a los piratas asaltando el barco.

A usted se le sigue recordando por su papel en 'El comisario', y han pasado años.

Eso es lo que yo digo, han pasado años. Fue una serie que duró mucho tiempo y tuvo una audiencia muy amplia. Cuando uno ha estado un tiempo en una serie, la gente le sigue identificando con ella. Todavía hay quien me ve en el personaje de Telmo Chacón de El comisario. Ha llovido bastante y he hecho muchas otras cosas de teatro cine y televisión.

Ha hecho películas como 'Alatriste'. ¿Le va a usted la acción y la aventura?

Puede ser. Es verdad que estoy acostumbrado a personajes duros, de carácter..., acostumbro a hacer de malo. Supongo que es la pinta que uno tiene o lo que uno da por cámara y eso te condiciona bastante. Hay cierta tendencia en esta profesión a encasillarte por la imagen que tú das.

¿Le pasa lo mismo en todos los géneros?

En teatro no, en teatro hecho cosas muy diversas. Incluso he interpretado a personajes antitéticos a lo que acostumbro a hacer en televisión y cine.

¿Por qué cree usted que le ven como el malo de la película?

Es una arbitrariedad, es un tópico. Algunos directores se basan en lo que tú das por cámara y nada más. La imagen, nos guste o no, nos condiciona. Los realizadores que me conocen más me han concedido personajes muy diferentes y eso me gusta. Quizá es que los primeros malos que hice se me dieron bien. Gustaba en esta línea y hay una tendencia a repetir. En mi caso, suelen basarse en lo que ya han visto.

Dicen que los papeles del malo son más agradecidos que los del bueno.

Hacer de hijoputa tiene un punto divertido. Haciendo de malo puedes sacar demonios y fantasmas y sacas la mala leche y la adrenalina que en la vida real te las tienes que comer. Hacer de personaje malo, agresivo, calculador o sádico te permite sacar de dentro lo que la realidad te impide porque hay que guardar las formas. Todo el mundo tiene un fondo que puede ser más o menos perverso.

¿No cansa interpretar siempre un mismo perfil?

También cansa, como también cansa a otros actores hacer el papel de galán toda la vida. Hacer de malo, ya te lo he dicho, es divertido y me lo he pasado muy bien.