Exalumno del falso shaolín: "Tuve miedo durante años"
Un exalumno del falso maestro budista al que denunció por acoso le retrata como un hombre "muy calculador"
Bilbao
JUAN Carlos Aguilar se consideraba un ser superior, un abad del templo Zen4, el mismo nombre de su gimnasio en el que impartía sus conocimientos de artes marciales. Tenía un séquito de novicios que a su vez habían adquirido una serie de compromisos. Se rapaban la cabeza y asumían unas competencias y unos deberes. "Tenía un ego muy subido y la única relación que concebía era la de un ser superior. Frío, calculador y narcisista". Así lo define uno de sus exalumnos con quien mantuvo una estrecha relación durante siete años, hasta que viajó con él al templo shaolín en China y descubrió "su verdadera personalidad". Alberto, nombre ficticio de este profesor de artes marciales, abandonó el gimnasio tras su experiencia en China y, a partir de ahí, comenzó a tener problemas. Por eso, denunció por "acoso y realizar pintadas amenazantes" al falso maestro. Durante años tuvo miedo de que alguien le hiciera algo. "Miraba a ver si me seguían, porque aunque sé defenderme, si me cogían entre tres no podría hacer nada". Al enterarse de lo ocurrido tuvo el pulso acelerado durante media hora y la sensación de que "me podía haber ocurrido a mí". Por eso, confiesa que ha sentido alivio.
Alberto llegó a conocer bien a Juan Carlos Aguilar, "un ser tremendamente frío, capaz de controlar perfectamente sus emociones". Su conocimiento de la personalidad del falso monje budista le hace descartar que lo ocurrido sea fruto del tumor que padece. Tampoco atribuye la muerte de las dos mujeres a un impulso del maestro de artes marciales.
"Lo que mueve a una persona a realizar ese tipo de actos puede ser poner a prueba las técnicas que conoce sobre cómo infligir daño a órganos internos o provocar la muerte", expone Alberto. Eso explicaría, en su opinión, que "en el corto intervalo de tiempo que pasó entre que la policía recibió la llamada y llegó al gimnasio, la mujer estuviera ya en parada cardiorrespiratoria. Pienso que estuvo probando técnicas concretas para matar a una persona y la única forma de poner a prueba esas técnicas es realizarlas".
Respecto a las víctimas, "lo hace con quien cree que nadie va echar en falta, porque, de hecho, nadie había denunciado la desaparición de la mujer colombiana". Alberto también tiene una explicación de por qué descuartizó el primer cuerpo. "Por un lado, era la manera más sencilla de desprenderse del cadáver, aunque suene demasiado fuerte. Pero, además, aunque resulte frío y cruel, para él podía tener un interés anatómico y científico. Tiene una mente muy fría, pero cometió el error de que le vieran meter a la chica en el gimnasio. De no ser así, nadie hubiera denunciado la desaparición".
Alberto sustenta su teoría: "En kung-fu, al final, se aprende a dar golpes, sobre todo para dejar inconsciente al adversario. Y él era un experto. En dos minutos pudo darle cuarenta golpes, pero no de ensañamiento fruto de una pérdida de control, sino perfectamente planificados, estableciendo dónde dar y cómo. No es impulsivo, es planificado, y eso es lo que realmente me parece peligroso de esta persona".
Denuncias Alberto acudió en varias ocasiones a la Ertzaintza para denunciar a Juan Carlos Aguilar, aunque los expedientes no llegaron a prosperar por falta de pruebas. "Había pintadas injuriosas sobre mi persona y sus secuaces me insultaban", explica.
De alguna manera, según explica Alberto, al regreso de su viaje a China, Juan Carlos Aguilar comenzó a verle como un adversario. "No salía de su habitación a practicar con los monjes, lo que me parecía muy extraño, y llegó a perder el control cuando otro de los alumnos cuestionó los gastos del viaje", señala.
Ese viaje fue un cisma para Alberto, quien explica cómo él también recibió la acreditación shaolín después de haberse formado en el templo oriental: "La misma que tiene Juan Carlos Aguilar y que solo certifica unos cursos". Además descubrió que mentía e incluso nunca supo si realmente los títulos de kung-fu de los que alardeaba eran suyos.
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