Dejar la cafeína de golpe no es fácil. La mayoría de la gente que lo intenta nota en las primeras 24 a 72 horas dolores de cabeza, cansancio extremo e irritabilidad. Esto ocurre porque el cerebro está acostumbrado a recibir un estímulo constante de la cafeína, que bloquea los receptores de adenosina (la sustancia que provoca sueño). Al desaparecer de repente, esa adenosina actúa con fuerza y el cuerpo reacciona con somnolencia y malestar.
Los especialistas señalan que estos síntomas suelen durar entre 3 y 7 días, aunque en algunas personas pueden prolongarse hasta dos semanas. Durante este tiempo, también puede aparecer una mayor dificultad de concentración y un estado de ánimo más bajo.
El sueño empieza a mejorar
Pasada la fase inicial, muchos notan una mejoría clara en su descanso. La cafeína, incluso consumida por la mañana, puede afectar al ciclo del sueño y reducir la calidad del descanso profundo. Al dejar de tomarla durante un mes, las fases de sueño profundo y reparador aumentan, lo que ayuda a despertarse con más energía natural.
Quienes sufren de insomnio leve o despertares nocturnos suelen notar un cambio significativo. Dormir mejor no solo repercute en el descanso, sino también en el estado de ánimo y en la capacidad de concentración durante el día.
Energía más estable a lo largo del día
Uno de los mayores beneficios de abandonar la cafeína es la estabilidad de la energía. Con el café, el cuerpo se acostumbra a picos y caídas de activación: un subidón tras cada taza y un bajón horas después. Al dejarlo, la energía proviene de manera más constante de la alimentación, el sueño y el ritmo natural del organismo.
Esto evita las típicas “crisis de las 4 de la tarde” o la necesidad de tomar varias tazas para mantener la productividad. El cuerpo se adapta y regula mejor sus niveles de energía a lo largo de la jornada.
Menos ansiedad y nerviosismo
La cafeína es un estimulante que aumenta la liberación de adrenalina y cortisol, las hormonas del estrés. Por eso, en personas propensas a la ansiedad, dejar el café puede suponer una reducción de la sensación de nerviosismo, palpitaciones y sudoración.
Un mes sin cafeína permite al sistema nervioso trabajar con más calma y facilita mantener un estado mental más estable. Incluso se ha visto que algunos notan mejoras en la digestión y menos episodios de acidez, ya que la cafeína también estimula la producción de ácido en el estómago.
Beneficios a largo plazo
Tras 30 días sin cafeína, el cuerpo ya se ha adaptado. La presión arterial tiende a estabilizarse, el sistema digestivo funciona con mayor regularidad y la hidratación mejora, ya que el café tiene un ligero efecto diurético. Además, quienes sufrían dependencia sienten mayor control sobre su día a día, sin necesitar una taza para empezar a funcionar.
Esto no significa que el café sea perjudicial: tomado con moderación (entre 1 y 3 tazas al día) aporta antioxidantes y puede ser beneficioso para la salud cardiovascular. Sin embargo, la experiencia de dejarlo durante un mes ofrece una visión clara de cómo influye en nuestro cuerpo y permite replantearse la relación que tenemos con la cafeína.