El glaucoma es la segunda causa de ceguera en el mundo, por detrás de las cataratas y de los problemas de retina en los países desarrollados, y sus consecuencias suelen ser irreversibles. 

En España, más de un millón de personas lo sufren, lo que equivale al 3% de la población general. Sin embargo, se calcula que al menos un 50% de los pacientes con esta patología no son diagnosticados hasta etapas avanzadas de la enfermedad.

 Se trata de una enfermedad crónica que produce una pérdida de las fibras nerviosas que forman el nervio óptico, estructura encargada de llevar la información hasta el cerebro, que es quien interpreta las imágenes que el ojo ve. Este daño del nervio óptico se traduce en una pérdida progresiva e indolora del campo visual del paciente, fundamentalmente periférico al inicio de la enfermedad, pero que puede provocar en estadios avanzados una pérdida de la visión.

La principal causa del glaucoma es el aumento de la presión intraocular y afecta principalmente a personas mayores de 40 años, a aquellos con antecedentes familiares de glaucoma y a personas de raza negra.

En estadios iniciales, el glaucoma puede pasar desapercibido por el paciente, ya que puede ser asintomático o la pérdida de campo visual es muy reducida. Sin embargo, en estadios avanzados de la enfermedad es cuando se produce una pérdida de visión irreversible que el paciente detecta.