Bilbao
LA poesía de la mar en sus muebles... Un eslogan cursi pero veraz. De jirones de velas, una firma navarra crea hamacas, tumbonas o pufs. Mezclando reciclaje, industria y arquitectura, en Dvelas idean objetos insólitos. Así, la forma de las tumbonas Barlovento y Sotavento nace de la imagen de un velero escorado. Vaurien es una hamaca que se pliega como una ola y sirve como sombrilla y paravientos. Génois es un puf casi triangular que evoca la silueta de un balandro que se avista en alta mar. Y Garrucho y Driza son dos insospechados colgadores que recuperan los mosquetones de bronce de velas que ya no sirven.
Porque muy lejos de plegar velas, estos aparejos ya pueden tener dos vidas, la que surcaron en el mar y la que tendrán a partir de ahora en hogares y centros públicos. Aunque no es un reciclaje al uso porque estas velas no pierden su espíritu náutico. "Nos pedía el cuerpo dar a las piezas que diseñamos un carácter conceptual y no utilizar el material como si fuera un forro o una tapicería. El elemento en sí ya es evocador, de hecho cuando metes la tijera parece un sacrilegio. Pretendíamos volver a utilizar las velas y que todos los productos continúen en tensión, ejerciendo su función. Por eso, recuperamos velas usadas que ya han vivido su propia historia para darles una nueva vida a través del diseño y añadimos un plus porque entra en juego una dimensión emocional ya que nos gusta la navegación", declara Enrique Kahle, el ideólogo de esta romántica iniciativa.
Él, junto a Arraitz Koch, Borja Fuentes y Esperanza Kahle decidieron poner en marcha su particular fábrica de sueños convirtiendo las velas de embarcaciones de alta competición en muebles de diseño. "Me parecía una pena que muchas velas fueran abandonadas en almacenes sin ninguna utilidad", afirma Kahle. Las velas de los barcos, con el uso, sufren deterioros que las invalidan para una navegación precisa. Sin embargo los materiales siguen poseyendo excelentes cualidades ya que son muy impermeables y presentan gran resistencia mecánica y excelente comportamiento a la humedad.
"Todos nuestros diseños se inspiran en técnicas de navegación a vela, la construcción náutica y la propia poesía del mar y en todos es indispensable un componente conceptual que lo fusione", incide este arquitecto que se ha empeñado en proporcionar a cada mueble un discurso narrativo. De hecho, cada pieza incorpora una etiqueta en la que se reconoce el origen del material, la embarcación que lo empleó, la regata donde se disputó o su puerto de base. De esta forma, las velas reivindican su ADN en una biografía propia que se manifiesta en otra faceta artística que reivindica la esencia del mar. "A la hora de despiezar las velas nos fijamos en dónde están las costuras originales para que sean más expresivas y más interesantes plásticamente. Pero, por supuesto, primamos que sean piezas confortables", puntualiza Kahle.
Estados Unidos es uno de sus principales compradores aunque no es fácil lanzar estos productos al mercado en tiempo de crisis. Con un precio a partir de 300 euros más IVA es imposible resistirse al sillón puf que se tensiona al sentarse y cuyo respaldo adquiere rigidez adaptándose perfectamente al cuerpo. O no sucumbir a la tumbona Barlovento-Sotavento, que se vende por 760 euros. "Los precios vienen marcados por la propia producción local y artesanal". "No hay que olvidar que una persona vigila todo el proceso y va examinando pieza a pieza", remata Kahle. Las creaciones Dvelas tienen dos líneas de trabajo, los productos limitados que se extraen a partir de una vela concreta. Y por otra parte, ediciones únicas que se fabrican con zonas específicas de la vela, números o marcas especiales, que presentan un coste algo más elevado en un cóctel perfecto de belleza y emoción.