Fue empezar a citar la presidenta del Congreso, Francina Armengol, la aprobación durante la etapa democrática de leyes tan significativas como la del aborto y la eutanasia para que pudieran oírse los primeros cuchicheos incómodos en escaños asignados a diputados y senadores del PP y de Vox. El volumen de tal desaprobación no bajó de decibelios mientras proseguía la enumeración de varias de las apuestas legislativas más progresistas protagonizadas por las dos Cámaras legislativas. Incluso se escuchó un solitario grito acusatorio. A tal punto llegó el rechazo, que todos los representantes de la (ultra) derecha permanecieron inmóviles para evitar el aplauso y así demostrar el rechazo a las palabras escuchadas. Un silencio a modo de reprobación de un discurso que consideraron tendencioso. La incómoda escena resultó tan inusual en un acto solemne como la apertura de una Legislatura que obligó a la parte contraria asistente, el PSOE y Sumar en este caso, a prolongar la salva de aplausos más allá del tiempo presumible como pura cortesía.

Fue algo más que una anécdota de color porque refleja sin esfuerzo alguno de interpretación el clima de máxima tensión entre los dos bloques que se van consolidando a pasos agigantados en la política institucional y que se detecta fácilmente en el ambiente de los propios corrillos. Además, al acto de ayer tampoco le faltaron gotas de tensión previa. La ideologizada ausencia de las fuerzas independentistas que apoyan la nueva mayoría parlamentaria estaba descontada y lo justificaron en un comunicado al uso, pero sirvió de munición a Feijóo y a Abascal para afear a Sánchez que construye su gobierno en partidos que “no sienten España y la desprecian”. En el caso del PNV, ya había refutado el carácter militarista que se había imprimido a la jornada para justificar su ausencia más allá de todo acto previsto fuera de las cuatro paredes del salón de plenos. Fue allí donde Aitor Esteban y Estefanía Beltrán de Heredia esperaron, en solitario y con las manos entrecruzadas, a que el resto de señorías aplaudieran entusiastas el discurso real.