Los cambios sociales profundos no se producen de la noche a la mañana, sino que son el resultado de una mezcla de empeño personal y coyunturas favorables. En el caso de la centenaria Emakume Abertzale Batza (EAB), se dieron ambos supuestos con el doble objetivo de avanzar en el empoderamiento femenino y de contribuir a la construcción nacional de Euskadi. Esta labor se llevó a cabo de forma gradual desde el ámbito más cotidiano del hogar hasta la ocupación de espacios públicos a nivel político y social. Su trayectoria se asemeja además a unos dientes de sierra con sus momentos álgidos –el impulso experimentado por la II República, la aprobación del Estatuto de Gernika o el sufragio universal– junto a otros sumidos en las tinieblas, como la represión que las militantes de EAB sufrieron durante la dictadura.

Su creación tuvo lugar el 7 de mayo de 1922 en los locales de Euzko Gaztedi en Bilbao, con una comisión rectora formada por siete pioneras: la presidenta, Karmele Errazti; la vicepresidenta, Pilare Egiraun; la secretaria, Alike Aretxabaleta; la tesorera, Miren Josune Ibaseta; y las vocales Paule Ramos, Kepe Gandarias y Jesusa Fresnedo. A esa asamblea constitutiva acudieron un centenar de mujeres y dividieron sus objetivos en cuatro ejes: propaganda, beneficencia, educación y asistencia social. Transcurrido un mes, contaban con 300 afiliadas, y una década después, más de 20.000.

Karmele Perez, Begoña Bilbao y Gurutze Ezkurdia, autoras de ‘Emakumeak aberria eginez’. Pablo Viñas

Reivindicar su legado y rescatarlas de un olvido en gran medida interesado es la base del libro Emakumeak aberria eginez. Emakume Abertzale Batza 100 urte, de las historiadoras de la UPV/EHU Karmele Perez, Begoña Bilbao y Gurutze Ezkurdia, que ha sido subvencionado por Gogora y editado por Sabino Arana Fundazioa. Con cerca de 250 páginas en formato cuadrado, profusamente ilustrado con fotografías y documentos históricos, y dividido en capítulos entre cronológicos y temáticos, en su presentación el pasado lunes en la sede de Gogora estuvieron presentes los sobrinos-nietos de Karmele Errazti y nietos de Miren Josune Ibaseta, ambas cuñadas entre sí y compañeras en la primera directiva de EAB.

Iñaki, Onintze y Txaber Errazti (en total son siete hermanos) afirmaron a este medio que “a Karmele no la conocimos porque murió antes de nacer nosotros, además en el exilio, en Pau”, lo que “dice mucho de lo que tuvieron que soportar”. En cuanto a su amama, “nos enseñó la igualdad entre hombres y mujeres porque a mí me hizo aprender a coser, a estar en la cocina…”, señala Txaber. Onintze añade que “es un orgullo tener dos mujeres que han sido y son referentes, y saber que hace cien años eran peleonas y con mucha integridad personal y humanitaria”.

Esta semilla no tardó en germinar, ya que “cuando hay mujeres que han creado una situación de mayor apertura e igualdad, la siguiente generación, que era la de ama, ya tenía esas pequeñísimas cosas que se aceptaban dentro de la familia como algo normal”, apunta Iñaki. En su núcleo familiar se unen por tanto detalles domésticos como que “ama pudiera fumar en casa siendo muy joven”, y con un peso histórico como la fundación, por parte de “la amama María Jesús con su marido”, de la ikastola de Laudio en 1960, “la primera de Araba después de la guerra y la segunda de Euskadi”.

Desfile de EAB y de distintas agrupaciones en la inauguración del Ba-tzoki de Zamudio, el 29 de junio de 1934. SABINO ARANA FUNDAZIOA

Este concepto de legado y herencia recibida se ejemplifica en la figura de Juana Zabala, Juanita, natural de Bergara y que “era jovencita cuando se empezó a organizar EAB pero ya estaba allí con un Ropero, danzas... ese espíritu”. Así se pronuncia su hija, que también acudió a la presentación del libro, y que con El Ropero Vasco se refería a la organización de mujeres abertzales, la mayoría maestras, fundada en 1908 y que se dedicaba a la beneficencia y la asistencia social.

Explica que “lo principal es que a nosotros nos enseñó euskera en una situación en la que hablarlo era prohibitivo o nos decían que éramos aldeanos”, y recuerda una anécdota del año 46, cuando sus padres vivían en Madrid: “Mi hermano mayor, que era muy hablador, hablaba euskera con mi ama en Madrid. Chocaba mucho y una vez un grupo, hablando bajito tras escucharles, decía esos son refugiados checos”.

Las autoras de este trabajo también arrojan luz sobre el mismo y Gurutze Ezkurdia recuerda que “las primeras voces abertzales que reivindicaron un lugar en la sociedad fueron mujeres que escribieron en la prensa de la época, siempre bajo sobrenombre porque estaba muy mal visto que participaran en actividades públicas”. Añade que, a medida que EAB se fue afianzando, pasó de las tareas de beneficencia y educación a tener, sobre todo desde la II República, una “participación notoria en la propaganda nacionalista como mitineras y promotoras de actos políticos y culturales”.

A preguntas de este medio, Begoña Bilbao destaca que “fueron pioneras en la creación de textos modernos en euskera, leían mucho y tenían información sobre lo que pasaba en el mundo, sobre pedagogía, feminismo, las luchas de las mujeres para conquistar el espacio social, etc.”. Subraya a su vez que las vascas “fueron las primeras en votar en el Estado” hace 90 años, el 5 de noviembre de 1933, mientras que el resto tuvieron que esperar hasta el 19 de noviembre.

Karmele Perez admite su carácter transgresor, “como colectivo y algunas mucho más a nivel individual”. “Transgredir en el ámbito doméstico ya era un paso muy grande, y hacerlo en euskera, mucho más”, prosigue, a lo que siguieron otros avances graduales y públicos. Se pregunta por último “cómo no vas a ser transgresora si haces eso cargada con 4 o 5 niños. Y cómo te vas a emancipar como mujer si no lo haces a nivel social liberando a otras mujeres que están en las mismas circunstancias. Eso es imposible”.