BILBAO - Finalmente no hubo ayer reunión entre la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y los portavoces de los grupos ni ronda de contactos para advertirles de que la actitud de unos y otros denigra a la propia institución. Tampoco se cumplió estrictamente el anuncio de retirada del diario de sesiones de los términos insultantes que están en la raíz del último enfrentamiento suscitado en la Cámara baja. Los calificativos “golpista” y “fascista” que últimamente se cruzan las fuerzas constitucionalistas con las independentistas, no desaparecerán de los textos que dan fe de los debates parlamentarios para la posteridad, puesto que se recogerán pero marcados entre corchetes y con la advertencia de que Pastor los ha reprobado. Una postura que no complace a todos en tanto que los exabruptos son últimamente costumbre en el hemiciclo. Así, adjetivos como “indigno”, “hooligan de extrema derecha” o “vergüenza” también deberían, por insultantes, ser recogidos entre corchetes a petición de Pastor. O expresiones dedicadas a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, a la que se llegó a tachar de “producto tóxico”.
24 horas después de ser expulsado del hemiciclo, Gabriel Rufián insistió en que el ministro de Exteriores, Josep Borrell, es un “mentiroso” y un “hooligan”, y que debería dimitir. De igual forma, su compañero de filas, Joan Tardà, aseguró nuevamente que en tanto en cuanto a los independentistas se les siga tachando de “golpistas” ellos responderán con el adjetivo “fascistas”. El líder de Ciudadanos tampoco se siente colmado. Albert Rivera asegura no estar de acuerdo en equiparar la descripción de un hecho -el golpismo de quienes desde la Generalitat intentaron subvertir el Estado de derecho-, que mentir llamando “fascistas” a quienes defienden el orden constitucional, y de paso censuró la actitud equidistante que intentó ayer mantener Sánchez.
Lo cierto es que los insultos y las acusaciones malintencionadas siempre han estado en los escaños del Congreso con términos como imbécil o gilipollas, entre otros. Uno de los episodios más recordados fue el protagonizado por José Antonio Labordeta, que siendo diputado por la Chunta Aragonesista, en 2002, mandó “a la mierda, joder” a los parlamentarios del PP que le increpaban durante su intervención desde la tribuna. Dos años después, en 2004, en una intervención desde su escaño, llamó gilipollas al diputado Carlos Aragonés. “¿Qué haces con el puño cerrado? El puño cerrado lo llevo yo, no me lo cierres tú, gilipollas”. El presidente del Congreso, Manuel Marín, intervino tras el incidente y exigió la retirada del insulto, a lo que Labordeta accedió sin problemas. En febrero de 2014, durante el debate del anteproyecto de ley del aborto en el Congreso, Onin-tza Enbeita, diputada de Amaiur, dejó esta sentencia para argumentar su posición: “En mi coño y en mi moño mando yo y solamente yo”.
En julio de 2005, el entonces portavoz del PSOE en el Congreso, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el diputado del PP Rafael Hernando lideraron un incidente a la salida de la reunión de la Diputación Permanente, después de que el primero le llamase “caradura” en un debate sobre el incendio de Guadalajara. La Cámara abrió una investigación. El dirigente socialista acusó a los populares de haber mentido durante su intervención en el debate relativo al incendio e hizo el gesto de llevarse una mano a la cara. Fue entonces cuando Hernando se fue hacia Rubalcaba diciéndole: “Eso no me lo dices a la cara”. La intervención de Acebes y Zaplana, que sujetaron a su compañero, impidió que el diputado pudiera llegar a tocar al portavoz socialista, a solo un metro.
En 2013 un diputado del PP llamó “imbécil” y “canalla” al parlamentario de ICV Joan Coscubiela cuando intervenía desde la tribuna durante el Pleno en el que Mariano Rajoy daba explicaciones del caso Bárcenas. Ya en la actualidad Rivera llamó “capullo” y “vaya gilipollas” al líder de Podemos, Pablo Iglesias; y Rufián, “palmera” a la diputada Beatriz Escudero, en la comisión de investigación sobre la financiación ilegal del PP.