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El sábado en que el ‘poteo’ invadió la capital labortana

Miles de personas de Hegoalde desembarcaron en las calles de Baiona, una ciudad más bien indiferente al desarme

El sábado en que el ‘poteo’ invadió la capital labortanaEFE

BAIONA. Con un acto de pretensión sobria y ejecución por momentos bulliciosa -porque el público cuenta-, varios miles de personas echaron ayer la persiana de ETA como entidad armada cuando lo más serio estaba ventilado. Entre el Ayuntamiento de Baiona, prados y bosques.

Con la sociedad civil en los depósitos que vació la Policía francesa, la sociedad llegó a Baiona para media mañana, cuando el fresco de primera hora -la señalada para el Momento M de la entrega del listado en el Ayuntamiento- se había convertido en un calor que superaría los 30 grados y las cervezas combatían la deshidratación.

A la vuelta de las 14.00 horas las calles de Baiona Ttipia recogían el mercadillo y cruzaban camareros que no daban abasto, periodistas acreditados -por encima del centenar largo- y un sinfín de ciudadanos que bañaron de euskera y español el centro neurálgico de la capital labortana mientras echaban los potes. Así, las angostas callejuelas del casco histórico estaban repletas de familias y grupos de amigos paseando, muchas de ellas identificadas con una pegatina con el logotipo de los Artesanos de la paz.

Pancartas y logotipos alusivos al desarme en los comercios otorgaban ambiente a la celebración, mientras muchos de los asistentes curioseaban en torno al museo vasco de Baiona, el escenario en el que los mediadores ofrecieron los detalles del armamento de la banda entregado a las autoridades francesas.

Con unas costumbres horarias muy poco galas, apenas se escuchaba francés, como sí se oiría algo más en la plaza Paul Bert: los francófonos comían ajenos al alterne de Hegoalde. Los más obedientes cumplieron con la recomendación de la organización: llevar comida de casa. La mayoría enfiló hacia la plaza, que fue donde lejos de una mesa copada de platos -es, dicen, donde los vascos zanjamos los asuntos importantes-, terminó el poteo del mediodía.

El acto que sellaba el desarme ante la sociedad arrancó tarde y parte del público -que en cierta medida y en algunos momentos era el de los grandes mítines de la izquierda soberanista en el Velódromo- empezó a entonar Xalbadorren heriotzean, además de unos irrintzis que contrastaron de plano con la actitud de otra parte de los asistentes y, sobre todo, con lo que los organizadores previeron sobre el escenario.

Mientras tanto, Baiona era en cierta medida ajena, como evidenciaron las terrazas de la ribera del Errobi. Apenas cinco minutos después del acto, turistas y lugareños bebían caipirinhas. Sin rastro de lo que había ocurrido dos calles más arriba y cuando todo había acabado. Cuando todo había empezado.