Perfil: Arantza, la líder que nunca lo fue
Quiroga no ha podido consolidar su liderazgo en estos dos años y cinco meses por errores propios, y por sus desavenencias con Alfonso Alonso y el PP alavés
Dos años y cinco meses ha durado el mandato de Arantza Quiroga (Irun, 1973) al frente del PP vasco, el más corto en la existencia de la formación. Dos años y cinco meses que más parecen una condena que otra cosa a tenor de que han concluido como el rosario de la aurora. Fue la persona de consenso que pactó Mariano Rajoy con Antonio Basagoiti cuando este abandonó el partido en mayo de 2013, unos meses después de la debacle del PP en los últimos comicios autonómicos que dejaron a la formación con solo diez de los 75 escaños del Parlamento Vasco.
Quiroga había hecho política en el PP desde muy joven. Licenciada en Derecho, fue primero concejal, luego parlamentaria desde 1998 y número tres del partido con Basagoiti. Su elección como presidenta del Parlamento Vasco gracias al pacto PSE-PP que llevó a Patxi López a Ajuria Enea en 2008 le dio proyección pública, el trampolín perfecto para tomar las riendas del partido tras la marcha de Basagoiti. Pero desde el minuto uno le ha acompañado la sombra de Alfonso Alonso, el gran contrapoder alavés en el PP de la CAV. La designación de Quiroga llegó a buen término, entre otras cosas, porque Alonso se descartó en la sucesión y prefirió seguir en Madrid, en un puesto clave en el Congreso, que le sirvió después para dar el salto al Consejo de Ministros como titular de Sanidad.
Su elección como número uno con el cuestionable método del dedazo fue una losa para la nueva presidenta, que trató de legitimar su nombramiento convocando en marzo de 2014 un congreso extraordinario para ratificarla, un cónclave diseñado para que saliera del mismo en loor de multitudes. No fue así por una decisión que a la larga se ha convertido en el pecado original de su mandato. Y es que Quiroga decidió relevar como número dos del partido al alavés Iñaki Oyarzábal. El propósito de esta maniobra era cortocircuitar la influencia que tenía Alfonso Alonso desde Madrid en la formación en Euskadi a través de su amistad con Oyarzábal. Quería tener las “manos libres”, dijo la presidenta a diestra y siniestra, sin medir que el PP alavés, el más potente, el mejor organizado, el que aún entonces gobernaba en el territorio y en su capital, era un piña detrás de Oyarzábal. Quiroga se impuso en aquel congreso, sobre el que incluso existen dudas de su limpieza, con el menor apoyo recibido nunca por un presidente del PP vasco y con la enemistad declarada de los populares alaveses.
Sin eta, sin referente “Tengo que recomponer mi relación con el PP alavés en tiempo récord”, reconocía un día después de aquel congreso. El encadenamiento de elecciones, las europeas de aquella misma primavera y las municipales y forales del pasado mayo, tampoco mitigaron las tensiones internas. La destitución de la portavoz del PP en las Juntas Generales de Bizkaia y que impusiera sus candidatos en Donostia y Getxo por encima de la opinión de las juntas locales demostraron, como se ha visto ahora con la última crisis, que las sonrisas eran solo de cara a la galería.
Además del pecado original del enfrentamiento con el sector alavés, dos han sido los problemas que han condicionado el mandato de la política guipuzcoana. Uno de ellos ha sido la búsqueda de un espacio propio que lograra frenar la caída electoral que el PP lleva arrastrando desde hace años. La desaparición de la amenaza directa de ETA, más que espolear las expectativas electorales de los populares vascos, ha dejado al partido huérfano de su gran referente. Esta situación ha provocado numerosos bandazos del PP de la CAV en los últimos años: de reivindicarse como un partido referente de la centralidad política vasca ha pasado a asegurar que iba a “repensar” su modelo de país o a ofrecer “otra actitud”. Pero ninguno de estos cambios se ha materializado, con la posible excepción del voto de los populares vascos a favor de cerrar Garoña. Ha pasado de abandonar la Ponencia de Paz y Convivencia a plantear una nueva ponencia que no exigía la condena explícita del terrorismo, iniciativa esta última, después de dos años de mandato, que le ha costado el puesto.
Todos estos intentos no han servido para superar el mayor reto que ha tenido Arantza Quiroga y que era mantener en las pasadas elecciones de mayo las principales instituciones que gobernaba, la Diputación de Araba y el Ayuntamiento de Gasteiz, ahora en poder del PNV.
difíciles relaciones El otro gran problema que ha condicionado su breve paso por la cúpula del partido es su escasa interlocución con las demás formaciones políticas. Quiroga no ha conseguido dar con el tono para entablar una relación mínimamente cordial con el resto de dirigentes políticos. “Es que Arantza no se habla con nadie”, confesaba hace solo un mes el máximo responsable de otro partido vasco. Esto ha supuesto un lastre para el PP en un país sin mayorías absolutas y donde los acuerdos son claves para sacar adelante las instituciones. Nada más llegar a la presidencia del PP vasco tuvo que sufrir la humillación de que su propio partido, en concreto la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría, y el propio Alfonso Alonso, la puentearan al mantener una reunión con los jeltzales Josu Erkoreka y Aitor Esteban sin su conocimiento. Sus duras críticas al lehendakari Iñigo Urkullu en aquellos primeros meses en asuntos relacionados con la pacificación y la convivencia, y el hecho de que permitiera que su partido extendiera la sospecha de la corrupción al PNV, con una acusación sobre sus batzokis y otras denuncias posteriores, han enrarecido las relaciones con la formación de Sabin Etxea. Su necesidad de notoriedad para tener una relevancia que no le han dado las urnas le llevó a sumarse in extremis al acuerdo fiscal PNV-PSE en 2013.
Pese a que en el inicio de su mandato lo que más se destacaba de ella era su perfil conservador -es próxima al Opus y es célebre su afirmación sobre que no utilizará nunca preservativos-, no será por este aspecto por el que será recordada su breve presidencia del PP vasco.
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