Bilbao
Si me pregunta la gente a qué me dedico, igual es mejor que diga que soy narcotraficante que político". La broma, en boca del concejal del PP Gabriel Rodrigo, refleja lo mal visto que está el oficio. Sobre todo ahora que planea sobre un buen puñado de cargos públicos la sombra de la corrupción. "Gente como esa es la que salpica al resto. No hay derecho a que unos se lucren tanto y otros pasen tanta miseria", denuncia el edil del PNV Josu Bijueska con la mente puesta en el desempleo y los desahucios. También Oscar Salicio, concejal del PSE, se hace cargo de la indignación ciudadana. Pero aclara que no todos son iguales. Ni mucho menos. "Claro que habrá casos de corrupción, pero ¿cuántos concejales somos en todo el Estado? Los que no metemos la mano en el cazo no somos noticia". Hoy, sin que sirva de precedente, sí los son.
Oscar Salicio > Concejal del PSE
"Estoy desde diciembre sin cobrar absolutamente nada"
Su padre fue concejal, su hermana recogió el testigo y ahora es él quien continúa con esta "vocación familiar". Parado de larga duración -lleva ya más de tres años en el dique seco-, Oscar Salicio ejerce de portavoz del PSE en Ortuella por el módico precio de cero euros. "Los tres grupos municipales acordamos, a propuesta del equipo de gobierno, no percibir ninguna dieta hasta que se consigan aprobar los Presupuestos. O sea, que estoy desde diciembre del año pasado sin cobrar absolutamente nada". Es una medida provisional, pero antes de adoptarla, la retribución tampoco era para echar cohetes. "Rondaba los 400 euros al mes, si asistías a todas las comisiones y plenos. El tope anual era de 5.000 euros". Cantidades irrisorias para los políticos titulares de cuentas en Suiza que protagonizan las noticias. "Me da para pagar el teléfono móvil y a duras penas. Si realmente tuviéramos que facturar por horas de trabajo, no saldría esa cantidad".
Dedicado a la política municipal "porque es una forma de aportar tu granito de arena a la sociedad, aunque ahora no se vea así por culpa de ciertos personajes", Oscar asegura que nunca le han pedido un trato de favor. "Siempre se acerca algún vecino en situación de desempleo a ver si le puedes ayudar, pero no con intereses oscuros. Hay gente que lo está pasando muy mal", subraya este arquitecto, que a sus 35 años subsiste, "como otros vecinos", gracias a la cobertura familiar. "Si les digo que estoy en la misma situación que ellos, muchas veces no me creen", se resigna y se pregunta, dada su precaria situación, qué es la clase política. "Aquí somos todos de clase media o baja. Tenemos nuestra vida para sacarnos las habas y el poco tiempo que nos sobra lo dedicamos a hacer un servicio público", defiende.
La jornada de Oscar, que en alguna ocasión ha ocultado su condición de cargo público "por no polemizar", es maratoniana. Compagina sus estudios de Arquitectura Técnica en Donostia con su labor de concejal y apenas duerme seis o siete horas al día. "Tengo que repartir el tiempo entre apuntes y papeles del Ayuntamiento y, entre clase y clase, me paso todo el tiempo colgado del teléfono para hablar con compañeros de partido, vecinos, técnicos municipales... Todas las tardes tengo comisión, pleno o reuniones. Acumulo sueño, sí, pero me queda ese regustillo de que lo que hago sirve para algo", dice. Lo malo llega cuando enciende la radio y la televisión. "Se te cae el alma a los pies. Tú estás sacrificando una parte importante de tu vida por algo que consideras que merece la pena y luego estos personajes casi te hacen sentir vergüenza".
Esos personajes los encabeza Bárcenas, el extesorero del PP que se vanaglorió ante el juez de haber acumulado 38 millones en Suiza. "Puede ser la punta del iceberg, pero si comparas con el total de la gente que se dedica a la política, son una minoría", defiende Oscar, que no pierde la oportunidad de dignificar su labor. "Los trece concejales que estamos en Ortuella somos un claro ejemplo. Nuestro nivel de vida demuestra que no estamos cobrando ningún tipo de soborno. La gente se fija solo en lo que sale en la prensa y la televisión, pero no se fija en los concejales de su pueblo. Ven una noticia mala y generalizan". Los más exacerbados recurren al insulto y día sí, día también, alguien suelta eso de "políticos chorizos" en la barra de un bar. "No comparto la envergadura que le dan al tema, pero lo entiendo perfectamente", termina por asumir Oscar.
Josu Bijueska > concejal del PNV
"Que se lucren por la política me parece vergonzoso"
"La política se ejerce por sentimiento, no por lucrarse", sentencia Josu Bijueska rotundo. No en vano es hijo de gudari. "Mi padre luchó en la guerra, estuvo casi cuatro años detenido. Siempre fue del partido y él nos lo metió en la sangre". Tanto es así que Josu, que ahora estaría "tan feliz" cuidando al nieto y con su "huertita", ha renunciado a parte de su vida privada por el bien de Zaratamo, municipio en el que ejerce de concejal. "Pierdo tiempo para dedicarme a otras cosas, pero lo hago a gusto", admite. Y casi, casi, de forma altruista. "Cobraba 120 euros por pleno, pero a raíz de la crisis los dos concejales del PNV decidimos rebajarlo a la mitad. Es una cantidad irrisoria, pero los 60 euros que no cobramos se quedan en el Ayuntamiento. Ahí se ve por qué estamos en política y el sentimiento que tenemos".
No es la primera vez que Josu ocupa un cargo público. De 1987 a 1991 fue alcalde de Zaratamo. "Empecé cobrando lo que cobraba el anterior alcalde, 12.000 pesetas al mes, y terminé los cuatro años con 12.000 pesetas". Buena muestra de que no pretendía hacer negocio. "Que se lucren por la política me parece vergonzoso. Deben de ser unos sueldos dignos, pero no como lo que estamos oyendo ahora", critica. Sin dedicación exclusiva, Josu compaginaba como podía su empleo con el cargo de máximo edil. "Estuve en la empresa privada 27 años. Trabajaba en mantenimiento, en Vidrierías de Llodio. Para reuniones y demás pedía permiso. Tenía que justificar todas las salidas".
Al igual que otros políticos de a pie, Josu se muestra comprensivo con las críticas de la ciudadanía. "Viendo la necesidad que ahora mismo hay, con todos los desahucios y con toda la gente en paro, es lógico que eso les lleve a decir cualquier barbaridad", admite.
El caso de Bárcenas se cuela de nuevo en la conversación. Por pura actualidad y por su actitud desafiante. "La gente se acuerda de su madre, pero él se ríe de nosotros. Es un sinvergüenza y un vividor". Por si fuera poco, dice, "la gente está viendo que la justicia no actúa como tiene que actuar. Les tendrían que hacer devolver automáticamente todo lo que han robado y luego castigarles, penalizarles con cárcel o con lo que sea y que estén allí el tiempo que corresponda, no que por amistades salgan por la puerta de atrás", denuncia.
Josu, que "gasta dinero y tiempo" en sus tareas de concejal -las reuniones, gestiones en el Ayuntamiento y los trayectos en coche para ver cómo están los barrios de Zaratamo corren de su cuenta-, trata de "dar ejemplo" a las nuevas generaciones de políticos. "Queremos que los que vengan detrás sigan por este camino. Lo que no se puede es enriquecerse uno a cuenta del poder que tiene", reitera. No obstante, sabe que será difícil erradicar por completo la corrupción. "Hay muchos casos y me imagino que seguirán saliendo. Está claro que alguno siempre va a caer".
Gabriel Rodrigo > concejal del PP
"El que la haga que la pague, sea del color que sea"
Para sufrimiento de su madre, Gabriel Rodrigo se hizo concejal del PP en "una época en la que te mataban por pensar distinto". Un riesgo que corría, como muchos otros, por pura convicción personal. "Me afilié con veinte años por la violencia de ETA, la falta de libertad que había en el País Vasco, el silencio de la sociedad... Esto, unido a los asesinatos de Miguel Ángel Blanco y de Joseba Pagazaurtundua, me removió el espíritu joven de revolucionario y decidí presentarme de concejal en Iurreta en el año 2003".
La experiencia, pese a que "ser del PP era un estigma", le debió resultar positiva, porque repitió, primero en Arrigorriaga y ahora en Trapagaran. "Mi etapa en Arrigorriaga coincidió con el atentado de Eduardo Puelles, con todo lo que eso conlleva de estar con las víctimas, que al final te afecta. En Trapaga el día de la jura la gente me llamó fascista, paracaidista...". Es la cara espinosa de la moneda, que también tiene, dice, sus "cosas bonitas". "Hace semanas fui con los vecinos de La Reineta al Parlamento Vasco y se aprobó una iniciativa del PP para declarar bien de interés cultural el funicular. Eso te satisface mucho, o que los vecinos te digan: Buen trabajo, gracias. O sea que, por otro lado, tiene cosas muy buenas que te invitan a continuar".
Será eso, porque lo que son las dietas, "unos 500 euros al mes si asistes al pleno y a todas las comisiones", no compensan. "No tienes ni vacaciones ni derecho a paro", aclara este licenciado en Derecho que, después de trabajar de comercial, jefe de compras y gerente en dos empresas, lleva ya año y medio desempleado. Recién aterrizado en los municipios desde Bilbao, donde reside, tiene que empezar de cero. "Una vez me preguntó un amigo: Oye, ¿a ti te merece la pena? Y yo pensé: Ahora tengo que ir a Trapaga, que no lo conozco, tengo que investigar, patearme la calle, conocer el Ayuntamiento, sus cuentas... Es decir, me tengo que meter en una empresa que tiene 80 empleados, 13.000 clientes y todo eso por el dinero que he comentado. Hay un trabajo muy de base que no se cobra".
Instalado en casa de sus padres -al quedarse en paro tuvo que dejar el piso de alquiler-, Gabriel se muestra impasible con los casos de corrupción. "Bárcenas está imputado y hay que confiar en la justicia para todos, pero, aparte de eso, el robo, el cohecho y la malversación no entienden de colores. El que la haga que la pague, sea del color que sea, y si es de los tuyos, con más razón, te tiene que molestar más todavía y tienes que poner más esmero en que no pase", defiende y rechaza las excusas. "No vale esa justificación de como en otros sitios también pasa... No. Tenemos que ser ejemplo de honradez y de servicio al ciudadano, que ya ha soportado bastante y yo, como ciudadano, ya soporto bastante también".
A la hora de erradicar la corrupción, Gabriel aboga por aunar esfuerzos. "Todos los partidos tienen que ponerse de acuerdo y hacer limpieza. No sé qué mecanismos habrá que establecer, pero el político ahora mismo ha perdido credibilidad y tiene la obligación de intentar que el ciudadano vuelva a creer en él, porque el ciudadano es necesario. Yo, sin las asociaciones de vecinos de Trapaga, seguramente no podría hacer ni la mitad de propuestas que hago", reconoce. Por eso considera fundamental volver a ganarse su confianza. "Y eso se hace, primero, con un acto de contrición y, luego, con un acto de penitencia y mucha humildad. Me refiero a que no puede ser que la gente esté malviviendo y algunos políticos hagan ademanes de grandeza. La mujer del César, además de serlo, tiene que parecerlo".
Partidario de compaginar la política con la empresa privada "porque así no se pierde la perspectiva del día a día", Gabriel empatiza con el ciudadano indignado. "Al final lo que ven es que hay paro y un desierto que no se acaba. Pedir esfuerzos al mismo de siempre es muy complicado y hacerle comprender también, porque siempre comprenden los mismos". Pese a entender el hartazgo, reivindica la labor de los políticos honrados. "Que uno robe no va a hacer que yo me avergüence de mi trabajo. En España hay un montón de políticos que dedican tiempo a sus municipios de forma altruista. Al final son cuatro los que se lucran, los que roban, que son los que hay que meter en vereda".