SANTURTZI. MAÑANA, 21 de mayo, se cumple el 75º aniversario del histórico viaje que afrontó el barco Habana, que con alrededor de 4.000 niños y niñas abordo, salió del puerto de Santurtzi. Un periplo que ha quedado para la historia como icono de las diferentes evacuaciones que se dieron durante la Guerra Civil a diferentes destinos internacionales. Adolescentes como el bilbaino de Atxuri Rafa Barrutia; el donostiarra Alfredo Ruiz, que llegaría a servir a Gran Bretaña en la Royal Navy; Jon Castañares, quien llegara a ser alcalde de la capital vizcaina; Bene González, a quien los franquistas asesinaron a toda su familia; o la guipuzcoana Paquita Iradi partieron hacia Southampton. Llegaron a suelo británico en busca de un país en paz.
Los pasajeros -entre los que también zarpaban maestras, profesionales sanitarios, religiosos y otros acompañantes adultos-, formaban parte de una apuesta del Gobierno de Euskadi. El Ejecutivo del lehendakari Agirre llegó a acuerdos con organizaciones humanitarias británicas y el Foreign Office. En Gran Bretaña dieron luz verde al desplazamiento de los menores gracias a la mediación de la duquesa de Atholl. Todo ello, según indica la asociación Basque Children of 37, porque la opinión pública mundial quedó "escandalizada" con el bombardeo de Gernika.
El Gobierno vasco apeló a las naciones extranjeras para que diesen asilo temporal a aquellos menores, pero el Gobierno británico se adhirió a su política de no intervención. La duquesa de Atholl, que también era presidenta del Comité Nacional Unificado de Ayuda a España (National Joint Committee for Spanish Relief), dirigió la campaña para presionar a Londres y que, de este modo, aceptase a los menores. Finalmente, el Reino Unido otorgó el permiso, aunque de forma muy reticente y negándose a hacerse cargo de los gastos que conllevase la recepción y cuidado de los niños, alegando que esto violaría el pacto de no intervención. Al mismo tiempo, el Gobierno exigió que el recién formado Comité de los Niños Vascos garantizase diez chelines por semana para el cuidado y educación de cada menor.
la bocina del habana Sobre los primero minutos que los pasajeros vivieron nada más subir al Habana la donostiarra Paquita Iradi recordaba no muchos años atrás que no solo hubo lloros por la despedida de los escolares y sus familias. Cuando la embarcación hizo sonar su bocina, los pequeños rompieron a llorar, creyendo que era el aviso de un nuevo bombardeo como los que semanas antes habían destruido sus casas. Temían que los aviones volvieran a aparecer. Así, lo atestiguó esta guipuzcoana que estuvo refugiada en Gernika en el documental Diario de un gudari. A su juicio, el Habana era un "trasatlántico precioso" que hizo un gran trabajo.
En el momento de soltar amarras, el barco transportaba cinco veces más de su aforo de 800 personas. Otras fuentes aseguran que estaba diseñado para 400. Aunque, en estos casos, las cifras siempre fluctúan. A juicio del precursor en la investigación sobre los niños de la guerra, Gregorio Arrien (Kortezubi, 1936), el número real de evacuados -a quienes inscribieron o consiguieron hacerlo-, fueron 4.152. Pero los que viajaron a Inglaterra no pasaron de 3.861. "Por las razones que sean, más de doscientos se quedaron en Bilbao, después de haberse registrado en la lista oficial", matiza Arrien. También, según sus investigaciones, los menores viajaron acompañados por 95 maestras, 120 auxiliares y 15 sacerdotes, "además de los doctores Irarragorri y Achúcarro y varias enfermeras", agrega.
un viaje agitado La asociación Basque Children of 37 aporta números similares. "El barco llevaba 3.840 niños a bordo, 80 maestros, 120 ayudantes, 15 curas y dos médicos", señalan desde este colectivo. La tripulación iba apilada e intentaban conciliar el sueño donde podían, incluso en los botes salvavidas. El viaje fue "extremadamente agitado" -según algunos testimonios- al atravesar el Golfo de Vizcaya. La mayoría de los niños se marearon y tuvieron violentos vómitos. "En mi caso, al zarpar con mi hermano no hubo dramas. Nos llevó mi padre. Eso sí, los pasteles de la noche anterior, los vomitamos rápido", explica Rafa Barrutia desde su residencia en el Sagrado Corazón de la capital vizcaina. La edad de los desplazados en busca de paz quedó oscilaba entre los siete y los 15 años, según constata Arrien, quien en las próximas semanas publicará un nuevo libro sobre la evacuación al Reino Unido gracias a la Fundación Sabino Arana.
Por lo que se deduce de la conocida lista oficial, no había niños menores de siete años. Y los de 15 no llegaron al centenar. Más de la mitad de los inscritos (2.093) oscilaban entre los 10 y los 13 años. Entre los evacuados de 15 años (95 en total), la mayor parte (59) pertenecían al grupo de mujeres. "Al establecer una diferenciación entre los sexos, se observa que el número de niñas fue algo inferior (1.705) al de los niños (2.156)", matiza el religioso vizcaino.
Una característica es la inscripción de grupos de hermanos, de forma que tan sólo 498 viajaron solos y sin la compañía de algún familiar. Más de tres mil formaban parte de agrupaciones de dos, tres y más familiares. Y a cada joven que embarcó en el Habana se le colgó en la ropa un disco de cartón hexagonal con un imperdible. En él iba impreso un número identificativo junto a las palabras Expedición a Inglaterra.
Desde la asociación Basque Children of 37 contextualizan y argumentan las razones por las que se consiguió llevar a cabo esta evacuación. "La Guerra Civil española fue un amargo conflicto que dividió a toda una nación. Incluso, hoy en día, los españoles están todavía intentando comprender un pasado que ocasionó la muerte de decenas de miles de personas, así como al exilio y la pobreza para millones. La difícil situación de los niños vascos fue particularmente trágica tras los bombardeos en Gernika por los aviones de la Legión Cóndor", subrayan desde esta asociación.
Algunos historiadores van más allá al indicar que tras el bombardeo de la villa foral, las fuerzas aéreas alemanas e italianas no volvieron a atacar de la misma forma en otras localidades como Amorebieta-Etxano, Galdakao o Mañaria -que conmemoran estos días sus tragedias- para que no volvieran a tener una repercusión mundial, como ocurrió tras el 31 de marzo en Durango y Elorrio, o el 26 de abril, en Munitibar (Arbatzegi-Gerrikaitz) y en Gernika-Lumo.
Mientras tanto, ya se comenzaba a diseñar un plan urgente de evacuación de algunos menores y también de familias. Así, en el mes de mayo de 1937, el buque Habana realizó cinco viajes llevando refugiados y trayendo víveres para la población vasca, que resistía ante el asedio de los militares franquistas. En menos de cuarenta y ocho horas salieron casi 3.000 personas entre Santurtzi, Pauillac y La Pallice. Y en la madrugada del 20 al 21, justo hace 75 años, partieron de la localidad costera los alrededor de cuatro mil menores que tuvieron como destino Gran Bretaña. Fueron escoltados por dos barcos de la Marina Real Británica.
Se estima que fue la llegada más grande de refugiados que había recibido Inglaterra y la única formada casi exclusivamente por niños. Otros barcos como el Goizeko Izarra, Cabo Corona, Galea y Zurriola también colaboraron en este transporte en busca de paz y que huía de la Guerra Civil. Dos días más tarde, todos arribaron en Southampton.