BILBAO. El 1 de diciembre de 1970 quedará marcado en la historia de ETA por ser el día en que comenzó una nueva estrategia de presión que, hasta entonces nunca había aplicado. Fue en Donostia y tuvo como protagonista a Eugenio Beihl, el cónsul alemán en la ciudad. El diplomático fue secuestrado aquel frío día de invierno y liberado después de 55 días de cautiverio. Pero aquella acción significó algo más. Marcó un antes y un después en la forma de actuar de la organización. Y es que, desde entonces, el secuestro entró en la terminología de ETA; una nueva forma de extorsionar que ha tenido también sus fases y sus diferentes objetivos a lo largo de este medio siglo de existencia. De la presión social, mediática y política, con el secuestro de personalidades, políticos y diplomáticos, a la extorsión económica como vía de financiación con la captura de empresarios, principalmente vascos.

Han sido más de 80 secuestros a lo largo de los últimos 50 años. Y si Eugenio Beihl tiene el dudoso honor de encabezar la lista de secuestrados, los dos últimos -sin contar el de Miguel Angel Blanco- también han quedado en la memoria por diversas razones. El funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara y el empresario vizcaino Cosme Delclaux fueron las últimas personas que padecieron largos secuestros. Ambos coincidieron durante su cautiverio en 1996 y también en la fecha de su liberación.

El 1 de julio de 1997, la Guardia Civil rescataba al funcionario burgalés que, para entonces, ya era el secuestrado que más tiempo había permanecido en manos de la organización. Fueron 532 días que le dejaron graves secuelas físicas -perdió 23 kilos- y psicológicas. Con su secuestro se pretendía presionar al Gobierno de Felipe González para acabar con la dispersión de los presos; pese al chantaje, nada se consiguió.

Horas antes de su rescate, ETA había dejado en un bosque de Elorrio al empresario vizcaino tras 232 días de cautiverio. Previamente, se habían pagado 1.000 millones de pesetas por su liberación. En esta ocasión, el objetivo sí se cumplió. Aun así, parece que el acuerdo para liberar a Cosme Delclaux había dejado pendiente el pago de otros 500 millones de pesetas que ETA le recordó tiempo después con un coche bomba en la puerta de su casa.

Sin embargo, fuentes de la lucha antiterrorista consideraron que, después de 1997, ETA encontró más seguro conseguir esa financiación económica a través del impuesto revolucionario, mucho más directo y eficaz que secuestrar personas, porque esta acción requiere una importante infraestructura material y personal.

los secuestros

Muerte y récord de cautiverio

El final de los secuestros fue normalmente la libertad. Pero, aun no siendo habitual que se llegara al asesinato, esto ocurrió en algunas ocasiones. El primer cautivo asesinado fue Angel Berazadi, que murió en 1976 tras 22 días de secuestro. Aunque, sin duda, el asesinato más recordado es el de Miguel Angel Blanco, por todo lo que supuso de cambio y convulsión en la sociedad vasca. El concejal del Partido Popular estuvo 48 horas retenido para presionar al Gobierno Aznar, con la intención de que acabara con la dispersión de los presos. Tras un ultimátum de 48 horas que mantuvo en vilo a toda las sociedad, el joven ermuarra apareció con dos tiros en la nuca. Murió poco después.

Otros corrieron la misma suerte que Blanco: Javier Ybarra Bergé, secuestrado en 1977, acabó muerto después de estar retenido durante 29 días; igual que el ingeniero José María Ryan -su asesinato supuso una convulsión social-, el militar Alberto Martín, Francisco Arín, Alfredo Ramos y José Ustarán.

En cuanto al tiempo de cautiverio, con los años, la duración ha aumentado pasando de un mínimo de 10 días a un máximo de 532, como fue el caso de Ortega Lara. Justo cuando capturaron al funcionario, ETA tenía en su poder al empresario José María Aldaya, que hasta su secuestro, poseía el récord de cautividad. El guipuzcoano estuvo en manos de ETA 341 días. Lo mismo que Emiliano Revilla, empresario que estuvo 249 días secuestrado.

Junto a ellos, la larga lista recuerda, entre otros, al político Javier Rupérez, liberado en 1979 tras 31 días de encierro; a Luis Suñer, que vivió tres meses en un zulo en 1981; o al padre del cantante Julio Iglesias, el doctor Julio Iglesias Puga, que fue liberado por la Policía Nacional después de estar secuestrado durante 21 días de diciembre de 1981.

A lo largo de toda su historia, ETA solo ha secuestrado a una mujer. Se trata de Mirentxu Elósegui, hija del propietario de Boinas Elósegui, que el 15 de junio de 1982 cayó en manos de los terroristas y fue liberada 11 días después.

Objetivos

Presión y financiación

Los motivos por los que ETA se decidió a incluir los secuestros entre sus acciones de presión tuvieron dos vertientes: por un lado, presionar a los gobiernos e internacionalizar -esta intención ya venía desde la década de los setenta- el conflicto. Y, por otro, conseguir financiación económica. De hecho, con el primero de sus objetivos en el punto de mira, ETA comenzó secuestrando al cónsul alemán en Donostia, Eugenio Beihl. Corría el año 70 y, por aquel entonces, se estaba celebrando el proceso de Burgos contra 16 miembros de la organización. Beihl fue liberado 25 días, después de conseguir que la notica saltara a la plana informativa internacional. Idéntico modus operandi se aplicó años después, concretamente el 20 de febrero de 1981. Ese día, varios comandos de ETA-pm secuestraron a los cónsules de Austria y El Salvador, en Bilbao, y al de Uruguay, en Pamplona. Lo intentaron también sin éxito con los diplomáticos de Portugal y la República Federal de Alemania, en Donostia. Todos ellos fueron liberados después de nueve días y de que los medios de comunicación accediesen a publicar los informes que sobre torturas en España había realizado Amnistía Internacional y la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento y las 18 diapositivas sobre el estado del cuerpo de Joseba Arregi.

En cuanto al apartado económico, ETA, según los especialistas, decidió cambiar el secuestro por la extorsión del impuesto revolucionario a través de las cartas.