saturraran

LAs verjas de los campos de concentración nazis permitieron, aunque fuera en la imaginación, la amistad entre un niño prisionero y un hijo de las SS. Sin embargo, los muros de la cárcel de mujeres de Saturraran escondían no sólo el horror religioso de entonces, sino una política represiva que buscaba la aniquilación social del disidente al régimen franquista. Y aún más: algunos niños nunca llegaron a reconocer la cara de su madre. En ese momento, el menor sólo puede aspirar a que se le recuerde desde la creatividad de un escritor como el éxito de ventas John Boyne o, de forma más inocente, desde la mirada de otros niños. Los escolares de Ondarroa y Mutriku tomaron ayer la palabra en el Kafe Antzokia del primer municipio. Los menores rompieron el silencio al leer cinco cartas ficticias a un niño cualquiera de aquellos 60 que perdieron la vida en el campo de concentración vecino.

Sus misivas se transportaron a los oídos, a las lacrimales de muchos de los presentes y calaron hondo. Los semejantes a uno de aquellos niños sin pijama de rayas -no había uniformes- les hablaban en presente: "Nos gustaría ayudarte para que recuperes tu libertad porque es difícil ponerse en tu lugar. El cuerpo se nos llena de tristeza, pero cuando nos juntamos hablamos de planes de futuro, por eso te estamos esperando. No pierdas la esperanza", amplificaban por turnos.

La joven Ane, por ejemplo, admitía por el micrófono que "no esperaba recibir una carta como ésta tuya" y contextualizó que, en 1939, su aitona tenía siete años. La niña le animó al preso a que cuando se aburra -dijo- "escribe cartas. Pronto saldrás".

Otro retaco abogó por "olvidar estar triste" y se prestó a llevarle comida -como hicieran hace 70 años numerosos vecinos de Ondarroa y Mutriku que ayer fueron homenajeados- "y también juegos como balones, coches, ajedrez..." Hubo, además, quien cayó en la sensatez de comprometerse a "difundir tu situación, para que no se repita". Incluso, como los adultos, agregaron posdata leída: "Os sacaremos de la cárcel". Minutos después, tras actuaciones musicales, con bertsolaris, con Kirmen Uribe -quien leyó un texto de 1963 de la rusa Ana Ajmatova- y con testimonios de familiares de supervivientes al penal, el acto se trasladó al puerto. Allí, numerosas personas pegaron 60 estrellas al autobús de la memoria histórica de la película Izarren Argia: una por cada niño sin pijama de rayas muertos en la prisión guipuzcoana. El tercer capítulo se localizó en la bahía que se crea en Saturraran. Más de 200 personas no dudaron en personarse sobre la arena cercana a donde se levantó el balneario que se convirtió en penal. Niños, jóvenes y mayores ataron las cartas leídas a globos. Sus mensajes por el aire son, por fin, universales.