SI la baldosa de Bilbao se ha hecho famosa y confiere, por sí sola, un carácter especial a las aceras que la lucen, no menos distintivo es el pavimento que cubre Grove Street. Pat y Eloise Bieter, progenitores del actual alcalde de la ciudad, Dave Bieter, fueron referencia esencial para los basque-americans afincados en Boise. Así, al fallecer éstos en un accidente de tráfico en 1999, Grove Street, ya por esos años con un marcadísimo sabor euskaldun, comenzó a convertirse en el Basque Block. Una escultura con forma de Laia, en uno de los extremos de la calle, recuerda el trabajo realizado por los Bieter por mantener viva la cultura de Euskal Herria y agradece el esfuerzo de todos y cada uno de los miembros de la diáspora y de las "siete provincias vascas".

Pasear por los escasos 150 metros -450 pies, aquí- que mide la calle es como jugar al tejo: cada dos pasos te encuentras el escudo de un territorio vasco, una baldosa adornada con decenas de apellidos euskaldunes o el pentagrama de una melodía popular, con la letra en euskera y en inglés, grabados en el suelo. Bizkaia, Lapurdi, Gipuzkoa... Hormaechea, Arrubarrena, Lete... Pintto-Pintto, Agur Jaunak, Gernikako arbola... La calle es perpendicular a las clásicas avenidas estadounidenses de 1st, 2nd, 3th, 4th... street: nombres poco originales, pero muy prácticos. El continuo tráfico de las descomunales Pick-Ups y SUVs -enormes furgonetas más cercanas a un aplasta-coches que a un vehículo de ciudad, y muy habituales en esta zona- desaparece por completo en Grove Street.

plan completo El Basque Museum and Cultural Center da la bienvenida a los visitantes con música euskaldun y los introduce directamente en la historia de los vascos. El museo es pequeño pero muy interesante para conocer el día a día de los pastores que emigraron aquí y para acercarse a las raíces de un pueblo "unido a la mar, la música y la gastronomía", como explica Martin Santana, guía del museo.

Adosada al edificio principal del museo se encuentra la antigua casa de Cyrus Jacobs y los Uberoaga, construida en 1864. La familia del primero era pudiente, y como tal se aprecia en la primera mitad de la residencia que han reconstruido, fielmente, los encargados del museo. Para 1910, los tiempos de bonanza habían cambiado y Jose y Hermenegilda Uberoaga, emigrantes euskaldunes, adquirieron la casa para convertirla en una pensión para vascos. Hasta quince hombres solían hospedarse, cómodamente pero sin caprichos, en la boarding-house de los Uberoaga. Casi todos pastores, que vivían más de medio año en las montañas, solos, y al duro invierno le hacían frente, conjuntamente, en la ciudad. "Pero no sólo estaba esta pensión", aclara Patty Miller, directora del museo; para, seguido, enunciar una larga lista de pensiones: absolutamente todas de nombre vasco.

El cuidado con el que han restaurado esta pensión da cuenta del mimo con el que trabajan los empleados del museo: no en vano, Patty Miller fue galardonada en febrero con el Outstanding Achievment in Humanities Award, un premio otorgado por el Estado de Idaho, en reconocimiento a los logros conseguidos en el campo de las Humanidades. Y el Ejecutivo vasco la galardonará en el Jaialdi con el premio Lan Onari, por el mismo motivo. "En este museo han trabajado voluntariamente cientos de personas y existe gracias al esfuerzo de todos los vascos de Boise, siempre celosos de preservar su cultura", se sincera Miller.

En el edificio principal están de mudanza: una muy visual exposición sobre los cazadores de ballenas deja paso a una de las más exitosas propuestas que en los últimos meses ha acogido Nueva York: The Basques: Hidden in plain sight-Euskaldunes: ocultos a plena luz; en referencia a los pasaportes españoles y franceses con los que llegaban a Estados Unidos, en lugar de uno vasco. Casi medio millón de visitantes en tres meses en la Gran Manzana.

Tras conocer la historia de quienes cambiaron el verde de Euskal Herria por el amarillo de Boise, un descanso en la Euskal Etxea es la mejor opción. Construida hace sesenta años, es una elegante casona, limpia, cuidada y perfectamente adornada con flores -como casi todo el Basque Block-. Los aledaños del edifico están decorados con pequeñas baldosas inscritas con los nombres de quienes colaboraron en la restauración: Aldecoa, Aguirre, Etxebarria, Iantzi, Bieter... Es el segundo Basque Center con mayor número de socios de EE.UU.: algo más de mil. Todos ellos propietarios del restaurante administrado por Julián Lete y atendido, también, por Flora Aldazarra. Él, nacido en Boise y con un euskera tan puro como el de las calles de Aulestia, y ella, con la peculiar habilidad de combinar palabras americanas con el nor-nori-nork. El local también suele ser visitado por personas ajenas a la diáspora: una mujer con atuendo y maletín de trabajo entra a la hora de comer y, con puro acento americano, se dirige a Flora: "A kalimotxo for me, please". Todo se pega.

En el extremo opuesto de la calle se encuentra uno de los locales que recuerda al visitante que Boise es una ciudad hermanada con Gernika. Y es que así se llama la taberna que inauguró Dan Ansotegi, y que ahora regenta Jeff May. "Asto askok lasto asko-T"Basquo", proclama una de las t-shirts que venden a 12 dólares. En Gernika, una taberna llamada Boise juega el mismo papel, pero a la inversa, como cuenta uno de los carteles explicativos que el museo ha colocado a lo largo de la ciudad, "para sacar la cultura a la calle".

mundial de pala El frontón es uno de los puntos clave en los pueblos de Euskadi, y también lo es en Boise. Edu Sarria, euskaldun de segunda generación pero con una lengua vizcaina de primera, es uno de los grandes jugadores de pala de la ciudad y cuenta el esfuerzo que les supone mantener y mejorar la cancha en la que, a pesar de ser reducida, la semana que viene se disputará el torneo mundial de pala femenino: el Women"s World Pala Championship. Cinco naciones participarán en el mundial: Argentina, Venezuela, Australia, EE.UU. y Euskal Herria. La presencia de esta última nada tiene que ver con que se celebre en Boise; sino que está directamente relacionada con que Esther Ciganda y Maite Iribarren son dos de las mejores jugadoras del mundo.

En la misma acera donde se oye chocar la piel contra la piedra se ubica el Basque Market: una suerte de mercado de importación con productos de "la península ibérica", cómo explica un mural en el interior. Tony y Tera Eiguren venden chorizo, queso, vino y un largo etcétera de productos que en Estados Unidos son puro delicatessen. Pero además ofrecen sangría, pintxos, tabla de quesos y clases de cocina.

La jornada termina en el restaurante-hotel Leku Ona. Joe Artiach puso en marcha este negocio hace cinco años. "Antes era pastor, luego tuvo un rancho, después se compró unos trucks (camiones) para repartir comida y ahora ha montado esto", repasa de memoria Lino Zabala, uno de los clientes asiduos. "Aquí cuando juega el Athletic se llena", explica; "Y con los partidos que emitimos en directo desde el frontón también, ¿eh?", reivindica Edu Sarria.