DICEN los expertos que no hay nada peor para la economía que la incertidumbre. Que la inseguridad hace que el dinero, las inversiones, se volatilicen y huyan hacia entornos acogedores exentos de riesgos y sobresaltos. No es de extrañar, por lo tanto, que España sea, hoy por hoy, algo así como la isla de la serie Perdidos en la que nadie sabe lo que va a ocurrir segundos más tarde. Nadie sabe quién es el bueno, el malo, qué se busca o, tan siquiera, cuál es el hilo argumental de la historia.

No se subirán los impuestos, luego sí. Más tarde no. En el intermedio sólo afectará a los ricos, las Sicavs, el marginal, patrimonio? Sí, pero no. No, pero sí. ¿Serio? Para nada, pero el sainete amenaza en convertirse en una tragedia de Paco Martínez Soria.

El otro día, sin ir más lejos, el diario referente del grupo Vocento nos descubría las presuntas intenciones del Gabinete López de reformular todo el sistema impositivo vasco como respuesta autóctona a los ajustes anunciados por Zapatero.

Abrigado por "fuentes gubernamentales" y bajo firma señera, El Correo se hacía eco de un globo sonda que, en privado, el propio Ejecutivo de Patxi López desmentía. Pero en público, para seguir con el despiste, cuando periodistas y empresarios preguntaron por el tema a Carlos Aguirre, consejero de Economía, éste se quitaba el balón de encima cuan Fernando Amorebieta al borde del área propia.

Globos sonda desinflados. Políticos aerostáticos que se olvidan de algo fundamental: que una sociedad moderna y fuerte necesita tener un modelo tributario y financiero asentado y seguro. Se olvidan de que en Euskadi ya hubo un ajuste tributario reciente en el que se penalizaron las Sicavs, se incrementó la tributación de los rendimientos de capital, se eliminaron deducciones como la de los 400 euros.

Se olvidan que también recientemente se armonizó el impuesto sobre sociedades y que más allá de estas medidas es difícil maniobrar. Porque aquí, además, el marginal de renta -para los ricos- está dos puntos por encima al Estado.

¿Cambios? ¿Qué cambios? Los verdaderos cambios que se necesitan están del lado de la gestión de la seguridad social o de la flexibilización del mercado de trabajo. ¿Cambio? Por supuesto, el esquema de un Estado de subsidio permanente. De un país de peonadas, de una sociedad en la que se puede llegar a vivir mejor sin trabajar que trabajando (respetando el sufrimiento de miles de familias que verdaderamente lo pasan mal).

Zapatero y su Gobierno actúan en economía como quien juega en un bingo, esperando que la fortuna le haga cantar una línea que salve momentáneamente su quebrada economía. Pero aún para ganar en el bingo es preciso comprar cartones y aquí sólo se juega con humo, mucho humo.

Fue Dinio el que acuñara la frase "la noche me confunde". Algunos viven confundidos de madrugada y al mediodía. Algo que, como siempre a posteriori, explicarán los economistas. Ellos son los únicos expertos en justificar con rigor científico las variables económicas, pero a toro pasado. Como los forenses, los médicos que te dicen cual fue la enfermedad o la dolencia que se llevó al paciente al más allá.

El jueves, el Consejo de Ministros aprobó las medidas que días atrás había anunciado Zapatero en el Congreso para recortar el déficit público. Una semana de plazo para trasladar los apuntes urgentes diseñados en una servilleta -por apremio de las presiones externas- al Boletín Oficial del Estado. Todavía estamos en plazo para que alguien discuta si las medidas son galgos o podencos, si son de aplicación general o no. Ya nos lo aclarará el lunes el propio lehendakari.

Mi madre ya ha bautizado el nuevo plan económico. Lo llama Plan Findus y a Zapatero capitán Pescanova. Sólo entiende del embrollo que, sin comerlo ni beberlo, le han congelado la pensión. Y eso le motiva, le excita, le pone? de una gaita que ni se puede contar. Así que congelada en junio.

Cabreada sí, pero insensible nunca. Se le saltaban las lágrimas a la mujer cuando la Casa Real a través de un comunicado anunciaba la voluntad de la familia regia de bajarse el sueldo, en consonancia con los sacrificios económicos que a todos exigía la coyuntura.

Pero cuando peor rato pasó fue viendo en el Teleberri a Botín, el banquero solidario, afirmando su compromiso para que quien más dinero tuviera pagara más. Fue un momento estremecedor. Si hubiera podido, yo mismo le hubiera dado un abrazo a aquel hombre. Cuánta humanidad en sus palabras, cuánta sinceridad. Me recordó a Madoff llorando en Wall Street.

Sublime. Subprime.