DE madrugada y sin aviso previo. El 20 de enero de 1980, hace hoy treinta años, una bomba destrozó el bar Aldana de Alonsotegi. Una hora después de la medianoche, y con el establecimiento todavía a pleno rendimiento, un atentado atribuido a la ultraderecha acabó con las vidas de Liborio Arana, Manuel Santacoloma, Mari Paz Ariño y Pacífico Fica. Vecinos de Alonsotegi y Sodupe que apuraban la última copa en el bar de Garbiñe, punto de encuentro de simpatizantes abertzales, especialmente del PNV, y lugar de paso de los que transitaban por la carretera vieja. Tres décadas después, familiares de las víctimas y vecinos del antiguo barrio de Barakaldo repasan para DEIA aquella fatídica noche, más cercana de lo que marca el calendario y que todavía sigue sin esclarecerse. Ninguna investigación puso negro sobre blanco, más allá de la reivindicación de los autodenominados Grupos Armados Españoles, uno de los numerosos grupos ultras preludio de los GAL que se anotaron el ataque. Un caso abierto que no deja indiferente a los protagonistas.
Iñaki Arana, segundo de los nueve hijos que tuvo Liborio, no puede olvidar lo ocurrido. Su padre fue uno de los cuatro fallecidos. Él, a sus 26 años, esquivó la tragedia por una hora. Iñaki recuerda cómo estuvo preparando en el bar el equipo de sokatira con el que iban a competir al día siguiente. Después de completar la alineación marchó a casa y su padre se fue a dar de comer a las vacas. Era la última vez que le iba a ver con vida. Minutos después, ya en la cama, el ruido despertó a Iñaki. Con las pulsaciones a punto de reventar, según fue acercándose al lugar del atentado los malos pronósticos se cumplieron. "Fue muy duro recoger los restos humanos por la fachada. Una pierna apareció en la huerta", destaca con sangre fría Iñaki, antes de dejar claro que los que pasaban por el bar nunca cometieron ningún delito: "Era política de pueblo. Nos juntábamos y hablábamos de nuestras cosas. Nada de alta política. La gran mayoría era del PNV, ese era nuestro delito".
Partidario de pasar página y de perdonar, Iñaki Arana saca pecho al hablar de Liborio, a quien la explosión le pilló abriendo la puerta del bar: "Mi padre era un aldeano, murió con las abarcas puestas, con los calcetines de lana que le hizo mi madre y después de dar de comer a las vacas. Y es algo de lo que estoy orgulloso". Otro que tiene todavía en su mente el atentado es Iñigo Urkullu, natural de Alonsotegi y asiduo del Aldana. El presidente del EBB recuerda la cena que aquella noche organizaron los impulsores de la primera cabalgata de Reyes. Todos fueron al bar horas antes del ataque. Al burukide, que por aquel entonces tenía 19 años, la deflagración le sorprendió durmiendo. Veinte minutos después, Urkullu estaba frente al bar para ayudar en todo lo posible: "Recuerdo los escombros, los restos humanos... Y el viaje que hice al hospital con uno de los familiares de los heridos".
centro nacionalista El dirigente jeltzale, que a la mañana siguiente del atentado tenía un partido de fútbol que finalmente fue suspendido, no tiene dudas del verdadero objetivo de los que colocaron la bomba. "El bar Aldana funcionó como un centro nacionalista y quienes pusieron la bomba sabían a lo que iban", asevera el presidente del EBB, que coincidió aquella madrugada con Juantxu Larrinaga, primo de Garbiñe Zarate, dueña del recinto atacado, que permaneció varios meses en coma y fallecida el año pasado. "Mi prima nunca llegó a superar el atentado. Luego siguieron amenazándola por teléfono porque tenía buena relación con todo el movimiento aber-tzale", subraya Larrinaga, en la actualidad concejal de Aralar en Güeñes.
Más desgarrador resulta el testimonio de Ignacio Urkiza, uno de los primeros en llegar al lugar de los hechos. "Me hice el valiente y quise entrar al bar para ayudar. De repente, sacaron a una mujer sin una pierna y me eché para atrás", rememora este vecino de Alonsotegi, que después de contar hasta tres hizo de tripas corazón y ayudó en todo lo que pudo: "Oí pedir socorro y me metí. Había poca luz y en un rincón había una mujer. Empecé a quitar escombros y cuando vi su brazo lo tenía destrozado. La saqué y la dejé en la acera".
En homenaje a las cuatro víctimas mortales, el Ayuntamiento de Alonsotegi celebra hoy, a partir de las 13.00 horas, una concentración y una ofrenda floral. El alcalde, Aitor Santisteban, cree que es lo mínimo que se puede hacer. "Yo tenía únicamente diez años cuando ocurrió, pero nos marcó a todos", apostilla el primer edil.